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Rajoy promete a sus ministros que los mantendrá hasta el final

El presidente se niega a tomar medidas por el caso Bárcenas y la corrupción.

Pérez Rubalcaba ayer en Bilbao, en la clausura del congreso del PSE.

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antonio montilla | madrid
León

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Mariano Rajoy no precipitará, salvo cataclismo, la remodelación de su equipo de Gobierno como respuesta al terremoto provocado por el hallazgo de 22 millones en cuentas suizas a nombre del ex tesorero Luis Bárcenas y la posterior publicación de una supuesta contabilidad B del PP con presuntos pagos opacos al propio líder de los populares, que los ha negado de manera rotunda. Tampoco atenderá los tambores de guerra que piden la cabeza de Ana Mato, tras las últimas revelaciones policiales que señalan que habría recibido prebendas de la trama Gürtel.

«No tengo en agenda hacer una crisis de Gobierno, y si la tuviera tampoco se lo diría», comentaba el propio Rajoy en una conversación informal con periodistas en uno de sus recientes viajes internacionales. El jefe del Ejecutivo ha perfeccionado su peculiar teoría de los vasos comunicantes: intercambia de manera fluida información con todos sus ministros pero estos datos y opiniones se las guarda y no las comparte con el resto de su Gabinete. Así mantiene una especie de compartimentos estancos de los que él posee la llave maestra.

Varios miembros del Gobierno confirmaron a este periódico que cuentan con el compromiso personal de Rajoy de mantenerlos en sus puestos, al menos, hasta el final de esta legislatura. No todos tienen este blindaje.

«Cuanto más se le exige a Rajoy que haga una cosa, menos la hace», comentan desde la dirección del PP en relación a las voces que claman por la destitución de Mato.

«La ministra no ha cometido ningún error grave en su departamento y no está imputada en ningún proceso judicial, qué argumento podría dar entonces Rajoy para retirarle su confianza», comenta esta misma fuente.

El problema es que, más allá de las obvias reclamaciones de los partidos de la oposición, han surgido algunas voces que, sobre todo en privado, pero también en público, advierten de que los episodios de Bárcenas y Mato tendrán un «altísimo» coste electoral para el partido. Las últimas encuestas publicadas acrecientan este temor. El PP se precipita en la pérdida de votos y un año después de su victoria electoral le saca al PSOE sólo 3,5 puntos.

Rajoy, por su parte, no se da por aludido. «Calma, tengo controlada la situación», confesó a un reducido grupos de barones tras el comité ejecutivo extraordinario del pasado día 2.

El líder del PP, curtido en batallas tan catedralícias como el caso Naseiro —donde se investigó otro caso de presunta financiación irregular del PP—, las gestión por parte del Ejecutivo de Aznar de los atentados del 11-M o el estallido del caso Gürtel en el 2009 insiste, con la perseverancia de un axioma, que la tormenta Bárcenas se calmará. Un convencimiento que se asienta en dos hipótesis. La primera, que la justicia acabará archivando el caso de los presuntos papeles de Bárcenas porque son meras fotocopias de las que se puede comprobar su autoría —con peritajes caligráficos— pero no su antigüedad. La tesis de los populares es que los folios que publicó El País se confeccionaron hace poco tiempo con información veraz y otra inventada. El segundo supuesto tiene un acento político.

El presidente del Gobierno está convencido de que en el 2014 comenzará la recuperación económica y quiere que sus ministros, sobre todo los que han padecido un mayor desgasta el aprobar y poner en práctica las medidas de ajuste, disfruten también de las vacas gordas. Además de Mato, los nombres que más aparecen en las quinielas son los de Cristóbal Montoro, por la polémica que ha generado la amnistía fiscal, o el de Fátima Báñez

La ministra de Empleo cuenta con el total respaldo del presidente que ha hecho suya la reforma laboral de Báñez desde la primera hasta la última letra. Un estrecho colaborador de Rajoy apunta que tampoco sería muy ortodoxo ni práctico cambiar de piezas antes del Debate sobre el estado de la Nación —que corre el riesgo de convertirse en un monográfico sobre corrupción—, que se celebrará la semana que viene.

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