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LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI. ÚLTIMO ACTO PÚBLICO

La última confesión del Papa

«He vivido momentos difíciles», declara Benedicto XVI en el acto público que puso fin a su papado. No habrá ceremonia pública y la Guardia Suiza cerrará las puertas del castillo de Castelgandolfo.

Benedicto XVI saluda a los fieles en la plaza de San Pedro antes de ofrecer la última audiencia pública de su pontificado.

Publicado por
Juan Lara | ciudad del vaticano
León

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Más de 200.000 personas despidieron ayer a Benedicto XVI en su último acto público en el Vaticano antes de dejar de ser papa. Ante sus fieles, confesó que su pontificado ha tenido momentos «difíciles» y que su renuncia no significa volver a la vida privada, ya que «no abandona la cruz».

Fue el adiós público de Ratzinger en el Vaticano. Hoy se despedirá de los cardenales que lo deseen y a las cinco de la tarde se trasladará a la residencia de Castelgandolfo, donde saludará a los vecinos del pequeño pueblo antes de recluirse entre sus muros. A las 20.00 horas (19.00 GMT) dejará de ser Papa.

No habrá ceremonia alguna y la única señal visible que anunciará que ya no es pontífice se verá cuando la Guardia Suiza que presta guardia en la puerta del palacio cierre las puertas.

Ayer, sereno, sonriente, «consciente de haber realizado un buen trabajo», según señaló el portavoz, Federico Lombardi, Benedicto XVI repasó sus casi ocho años de pontificado y aseguró que nunca se sintió sólo, que siempre se ha sentido protegido por Dios y que ha renunciado al papado no por su bien sino por el de la Iglesia al notar que le faltan las fuerzas para guiar la Barca de Pedro.

«La barca no es mía»

«Mi decisión de renunciar al ministerio petrino no revoca la decisión que tomé el 19 de abril de 2005 (cuando fue elegido papa). No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, conferencias, etc. No abandono la Cruz, sigo de una manera nueva con el Señor Crucificado. Sigo a su servicio en el recinto de San Pedro», afirmó.

Joseph Ratzinger aseguró que desde el momento en que se acepta ser papa, la vida privada desaparece y se pertenece «totalmente a toda la Iglesia» y que él, aunque ya no gobernará la Iglesia, seguirá sirviéndola con las plegarias.

Sobre el pontificado dijo: «El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa, días en los que la pesca fue abundante, pero también momentos en los que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir».

Benedicto XVI dijo que se ha sentido en algunos momentos como san Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea y que siempre supo que en esa barca está el Señor.

«Y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya y no la deja hundirse. Es Él quien la conduce a través de los hombres que ha elegido. Esta es una certeza que nada puede ofuscar y es por ello que mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios, porque no me ha hecho faltar y a toda la Iglesia su consuelo, su luz y su amor», subrayó.

Benedicto XVI —que antes de ser elegido papa denunció tanto que la Iglesia era una barca que «hacía agua» como la suciedad que había entre sus miembros— afirmó que Dios guía a su Iglesia y la sujeta «sobre todo en los momentos difíciles» y que no se debe perder «esta visión de fe».

Respecto al motivo de su renuncia, insistió en que le faltan las fuerzas (tiene casi 86 años) y contó que «pidió» a Dios «con insistencia» que le «iluminara» para tomar la decisión «más justa», no para él, «sino para el bien de la Iglesia».

Escándalos en la curia

En esas palabras y en la de momentos difíciles vieron los observadores vaticanos una referencia a los escándalos que han salpicado a la curia vaticana.

«He tomado esta decisión sabiendo la importancia de la misma y la novedad que supone, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener la valentía de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia y no el de uno», manifestó.

A la audiencia asistieron fieles de todo el mundo que no cesaron en corear «Benedicto, Benedicto» y «viva el Papa».