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a. montilla | (colpisa) madrid

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Parcialmente cuestionada en privado y sin grandes respaldos públicos, María Dolores de Cospedal afronta en una aparente soledad uno de los momentos más críticos desde que el hallazgo judicial en Suiza de una cuenta de Luis Bárcenas con 22 millones de euros provocara uno de los mayores terremotos en la historia del PP.

Ningún miembro del Gobierno y ningún alto dirigente del PP salieron ayer a defender públicamente a Cospedal. Y eso que Bárcenas, en una jugada maquiavélica, había acusado de mentir a la secretaria general de los populares. El ex tesorero, horas después de que Cospedal anunciase que se desvinculó de manera amistosa del partido en abril del 2010, presentó una demanda contra el partido por «despido improcedente» y, de paso, intentó desmontar la tesis de Cospedal al asegurar que estuvo cobrando del PP unos 21.000 euros al mes como asesor hasta el pasado mes de enero.

Una afrenta que ha tenido una tibia respuesta desde Génova y, al menos de momento, no ha merecido ningún comentario desde Moncloa, pese a que Bárcenas intenta poner entre la espada y la pared a la número dos del partido que sustenta al Ejecutivo. «¿Sigue manteniendo su confianza en la señora Cospedal», le preguntaron ayeren el Congreso a Mariano Rajoy. «Buenos días», fue la única respuesta que ofreció el presidente tras someterse a la sesión de control al Gobierno, en la que tuvo que oír en boca de varios portavoces de la oposición varias alusiones al ‘caso Bárcenas’.

Pero el escándalo Bárcenas tiene otras aristas para Cospedal. Varios dirigentes del partido intentan aprovechar la supuesta guardia baja de la secretaria general para arremeter contra su gestión de esta crisis.