«Con un riñón se vive igual, no es un sacrificio»
«Gracias mami», le dijo Sheila a su madre cuando las conducían en una camilla al quirófano del Hospital La Fe de Valencia. Fue hace 25 años: el 18 de mayo de 1987. Las dos leonesas se convirtieron en un fenómeno mediático. Encarna, la famosa locutora de radio, las entrevistó y Jesús Hermida dio la noticia en la tele.
Madre e hija compartían la habitación. Felices. Y la niña estaba feliz con sus barbies, las pinturas y disfrutando de zumos de naranja y albóndigas, su comida favorita, hasta entonces prohibida. Los malos recuerdos los han ido borrando.
A Sheila Fernández Juan le diagnosticaron insuficiencia renal con tres añines. «Dicen que fue a causa de una infección renal», cuenta la madre. Al poco tiempo, le hicieron un trasplante de donante fallecido en el hospital Valdecilla de Santander. Fue un fracaso. Lo rechazó a las cuatro horas.
Su madre leía todo lo que encontraba sobre enfermedad renal y en una revista vio por primera vez la luz. La niña se subía a una ambulancia tres veces por semana para dializarse en Oviedo. Una rutina que soportó durante más de tres años con todos sus inconvenientes. Su peor recuerdo de aquella época «son los calambres» y, entre los mejores, el doctor Luis Rodríguez, su nefrólogo, actualmente responsable de nefrología infantil en el Hospital de León. Pero hay muchas cosas del pasado que han borrado para no sufrir.
Tercera oportunidad
Sheila tiene ahora 32 años, es auxiliar de enfermería y, de nuevo, se ha convertido en un caso único. Sheila fue la primera leonesa en recibir un riñón de donante vivo. La decisión de su madre le ha permitido vivir con calidad casi 25 años.
La vida, el amor y la generosidad le ha dado no una segunda, sino una tercera oportunidad. El año pasado se sometió al tercer trasplante después de pasarse diez meses atada a la máquina de limpiar la sangre para eliminar toxinas: «Salía de trabajar en el Hospital y me metía en hemodiálisis. No quise hacerme cargo de la diálisis peritoneal», admite.
Su novio, Alberto Villullas, le dio la tercera oportunidad. «Lo decidí en el momento que hacía falta. Hay que ver lo que es la dependencia de una persona a una máquina. Se ve como una proeza, pero yo creo que es un acto de buena fe, de generosidad, no un sacrificio», subraya el joven.
El 3 de julio del 2012, cuando entraron en el quirófano del hospital universitario de Valdecilla, cumplía 29 años. El mayor miedo que tenía era perder su empleo. McDonalds premió su acción con un contrato indefinido. La madre agradece la ayuda de la concejala Belén Martín-Granizo, con quien coincidió en una mesa electoral. «Yo por el PSOE y ella por el PP, claro», apostilla.
«Mis amigos me decían que estoy loco, pero con un riñón se vive igual. Si tienes dos y te falla uno, te fallan los dos», agrega el chico. «Lo más importante es que las empresas den facilidades, igual que se hace con la baja maternal», insiste Marisa.
«Mis marcas de guerra»
Sheila tiene cuatro fístulas en los brazos, de la diálisis, y dos cicatrices en el abdomen. Para el tercer trasplante se aprovechó la hendidura del primero. Se niega a operarse para taparlas: «Son mis marcas de guerra», recalca.
Compartir un órgano no les ha unido más, aseguran. «Si cinco años peleando con máquinas, médicos y demás no te unen, no te va a unir un riñón», dice Alberto. Los tres piden más apoyo para la donación y trasplantes. «El sistema se ahorraría mucho dinero en diálisis con más trasplantes», recalcan. Y también más recursos para los desplazamientos.
Los tres muestran devoción por los médicos que han facilitado todo el proceso: el doctor Ruiz, coordinador de trasplantes de vivo de Valdecilla, y los doctores Prieto y De León, nefrólogos que coordinadon el operativo desde el Hospital de León.
Sheila aún está de baja. Su cuerpo lucha contra una infección, pero despide optimismo por todos los poros de su piel. «Estoy mejor, no me canso y como como una lima. Hay un cambio radical de los dos últimos meses antes del trasplante a ahora. Y también mi estado anímico. La dieta que seguía era muy dura. La ventaja: que adelgacé». Siempre positiva.