Diario de León

LOS SONIDOS DEL RASTRO. OTRA FORMA DE CAPTAR AL CLIENTE

«¡Tenemos cositas especiales, guapas!»

Un recorrido diferente por el rastro dominical, a través de los reclamos más divertidos, atrevidos. y efectivos de sus vendedores, supone una terapia alternativa para animarse ante la crisis.

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carlos j. domínguez | león
León

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Son tiempos de crisis, de depresión, en muchos sentidos. Los bolsillos están tan agujereados como el ánimo. Hay quien piensa que salir de ese atolladero es cosa de altas políticas y sesudas decisiones macroeconómicas. Pero lo cierto es que hay algunos remedios de andar por casa, pequeños gestos y lugares especiales que pueden ser una perfecta terapia para apuntalar la economía doméstica y de paso levantar el coraje e insuflar la energía que ayude a salir adelante.

Uno de esos lugares especiales es el rastro. Como suena. Ese zoco semanal que se instala cada domingo como una caravana colorida a la vera del río Bernesga en la capital leonesa ofrece santos remedios.

Llegada la primavera, pegando el solecito, corriendo la brisa fluvial, explotando las flores de los jardines de Papalaguinda, el mercado del rastro se convierte en un alivio para la cartera y en un aliciente para el estado de ánimo. Porque al tiempo que se rebusca y se encuentra aquella prenda de ropa necesaria, aquel par de zapatos o sombrero o ramo de flores, o aquellas pilas, o aquella funda del móvil, aquellas bragas, aquel libro viejo o aquella antigüedad, en el paseo por el mercadillo dominical uno recibe de paso y por el mismo precio toda clase de piropos.

«¡Tenemos cositas especiales, caras guapas!», adula a voz en grito una mujer a quien quiere escucharla. «¡Tenemos todo a un euro, bonitas, y podéis incluso mirarme, que valgo la pena y entra en el precio!», te espeta un simpático y joven vendedor de piel morena enfundado en una sudadera ajustada y gafas de espejo. «¡Todo es moda para vosotras, hermosas!», recita una vendedora, que anuncia «¡la locura total, cariños!». Justo al lado de un reposado gitano que bajo un sombrero de paja sólo abandona su letargo para incitarte a revisar sus viejísimos relojes con un tentador «¡A precios de antes del eiro !». Y a pocos metros, aquel experimentado comerciante que tienta los oídos femeninos recordando «¡lo guapa que estarías con lo que he traído hoy, sólo para ti!». O aquella que con poca y mucha ironía a la vez lanza: «¡Venga, que necesito el dinero, que lo de ser pobre no va conmigo!».

Con tales reclamos, los oídos se alegran, el alma se reconforta un poco, los ojos buscan lo que se necesita y lo que no, esbozando una sonrisa. Algunos clientes se ruborizan un poco, otros se pavonean, otros agachan la cabeza… pero nadie permanece indiferente a las llamadas del rastro, a los eslóganes que llevan siglos funcionando. Y así, el mercado leonés por excelencia se convierte en un recorrido de las mejores frases, del ingenio más agudo y del mejor ánimo contra el mal rollo de los tiempos que corren.

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