Comedores con pista de aterrizaje y una carta variada
Imágenes de archivo de un muladar ilegal en Soria.
Extremadura ya contaba con muladares tres años antes de que entrara en vigor el decreto ley que los regula en la normativa nacional. En esta comunidad autónoma, los comederos se instalaron con el objetivo de salvar al buitre negro y ya poco después de su puesta en marcha se contaba un mayor número de parejas reproductoras.
Con el fin de evitar la entrada de otros animales, los muladares, que se construyeron en espacios de media a una hectárea, disponen de una valla de dos metros de altura, que se levanta sobre cemento. No impide la entrada a otros pájaros, pero, al menos, garantiza cierto nivel de exclusividad. Por otra parte, estos restaurantes especializados suelen situarse en terrenos inclinados con el fin de facilitar el despegue y aterrizaje de unos clientes muy aficionados a la navegación aérea.
El mantenimiento
Con respecto a la carta, ofrece vacuno menor de 24 meses, ovino y caprino de hasta 18, cerdos, caballos, conejos y caza mayor. En los muladares públicos, los restos se renuevan cada doce días, excepto en la época de cría del buitre, de marzo a junio, en el que el esfuerzo de los adultos y la manutención de la prole reduce en cinco días las frecuencias. Además, los huesos se retiran cada mes.
La mayor parte de los puntos de alimentación a necrófagas están gestionadas por la iniciativa privada. De once, sólo tres se sitúan en terrenos públicos, atendidos por la empresa pública Tragsega.
Además de garantizarse la comida a las rapaces carroñeras, los muladares incluso atraen público: los amantes del turismo ornitológico tienen en estos lugares un magnífico punto de observación.
Menos agresivos
En Navarra, la instalación de muladares, que se inició en el 2008, significó una reducción de los ataques por parte de buitres al ganado ya en el primer año de su funcionamiento. Los buenos resultados se repitieron en el 2010. Sin embargo, el número de parejas continuaba estable. Este es uno de los argumentos de los detractores de la alimentación complementaria, que inciden en que las poblaciones de especies en peligro aumenta en la medida en la que se asegura su protección. Además, apuntan que el hecho de encontrar la comida con facilidad puede resultar fatal para un ave silvestre que, por este motivo, hubiera perdido su habilidad para procurársela.