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La calma que precede a la tormenta

Rajoy sopesa si cambiar de estrategia y dar un vuelco a las estructuras del PP o mantenerse fiel a su filosofía e introducir cambios mínimos en su cúpula.

Rajoy, en una imagen de principios de agosto.

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a. montilla | (colpisa) madrid

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Mariano Rajoy, quizá por primera vez desde 2008, se enfrenta a una decisión inaplazable y crucial para el futuro del PP e incluso para su propio futuro político. La fractura provocada en su partido por las relevaciones del ‘caso Bárcenas’, unido a la incertidumbre sobre qué puede deparar a partir de ahora la investigación del juez Pablo Ruz sobre la presunta financiación ilegal de los populares, dejan poco margen al líder de los populares si quiere evitar que las sospechas sobre corrupción se necrosen

Por el momento, una muy amplia mayoría de los ciudadanos, según diversas encuestas, considera que es verdad lo que Rajoy dice que es mentira de los papeles del extesorero

El presidente del Gobierno, fiel a su estilo, dedica los últimos coletazos de agosto a macerar soluciones de gran complejidad porque no se trata de luchar contra un enemigo externo sino de enmendar el presente y buena parte del pasado del partido que sostiene al Gobierno.

La tormenta política interna, acompañada del amago de moción de censura del PSOE, duele menos en la Moncloa que el desconcierto y la desconfianza que se ha instalado en el núcleo del PP. El pertinaz y sonoro silencio de sus principales dirigentes en agosto es una de las consecuencias de la parálisis y el desconcierto que atenaza a la dirección del partido, pero no la única. Mientras el jefe de filas intenta desenredar la madeja, ministros y dirigentes del PP intentan colocarse de perfil para salvarse de una quema incierta, si es que al final Rajoy se pone el partido y el Consejo de Ministros por montera. Bastante improbable. «Quien crea que Rajoy va a hacer una escabechina es que no lo conoce en absoluto, pero está claro que hará lo que mejor convenga al partido y, sobre todo, a España», comenta un miembro del Gobierno con absoluto desconocimiento de los planes del presidente.

El líder popular rumió qué hacer instalado con su familia en una cómoda residencia de vacaciones, A casa de Alicia’ en el municipio pontevedrés de Ribadumia, tras pasar unos días en el Parque Nacional de Doñana.

Algo inevitable

Pero los cambios, tanto en el partido como en el Gobierno, se antojan inevitables, a juicio de todas las fuentes consultadas tanto en el Ejecutivo como en el PP. Lo que evalúa ahora Rajoy es la envergadura del movimiento y si sólo afectarán al partido o también al equipo gubernamental. «Solo el presidente sabe si va a hacer una remodelación o no, y cuándo la va a hacer», comentó hace dos días el portavoz popular en el Congreso, Alfonso Alonso, que reconoció que en el partido «se habla» de los cambios que parece que vienen.

La carta de la remodelación del Gobierno se la guardaba el presidente para diciembre, en el ecuador de su mandato. Un relevo que no quería imponer como un castigo para los salientes sino que pensaba edulcorar los despidos con la excusa de incluir a uno o dos ministros en la candidatura del PP a las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2014.