Diario de León

La ‘lideresa’ nunca se fue

Esperanza Aguirre sigue en primera línea un año después de su dimisión como presidenta de Madrid, aspira a ser alcaldesa y aprovecha los errores de Ana Botella.

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Evaristo Amado | madrid
León

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Un año después de su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre no sólo sigue en primera línea de la política sino que todavía genera la expectación, las filias y las fobias de antaño, e incluso son muchos los que la sitúan en las quinielas del PP a la alcaldía de Madrid.

Cuando el 17 de septiembre del 2012 la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid visitaba a los niños de un centro de acogida del distrito madrileño de Hortaleza, nadie imaginaba que horas después anunciaría por sorpresa y ante la perplejidad de la mayoría su retirada de la primera línea política. Desde entonces, casi nadie de entre sus compañeros o sus rivales considera que Aguirre permanezca en segunda fila, hasta el punto de que algunos de los que le son más afines señalan que, si llegado el momento desde Génova se le pidiera regresar como gancho electoral y al son de encuestas internas negativas, no dudaría en hacerlo.

Aunque vaticinó una corta bicefalia en la Comunidad y Partido Popular, Aguirre no se ha descabalgado de las portadas desde que en noviembre, semanas después de su dimisión, anticipase que seguiría al frente del PP de Madrid porque «la bicefalia tiene muchos adeptos». «Y no voy a ponerme yo en contra», apostillaba.

Bien para proteger a su delfín Ignacio González, como barruntaban unos, o para aprovechar la portavocía de su partido sin el desgaste de la gestión en plena crisis, como significan otros, Aguirre lleva un año en el que ha hecho gala más que nunca de su condición de «verso suelto».

Porque, más allá de un corto regreso a su antigua vida de funcionaria como asesora de la Secretaría de Estado de Turismo y su fichaje a bombo y platillo por la empresa de cazatalentos Seeliger y Conde poco después, Aguirre no ha dejado de hacer lo que siempre la ha caracterizado en estos doce meses: decir lo que piensa alto y claro.

Rajoy incluido

Lo ha hecho pisando callos, muchos callos, claro. Porque ha polemizado sobre todo y con todos.

Con su sucesor en la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, ha intercambiado cruces de declaraciones en torno a la creación de un fiscal anticorrupción en el PP de Madrid y sobre las primarias en el PP, iniciativas ambas que Aguirre ha lanzado y González ‘enfriado’ a continuación.

Sonado, y muy publicado, fue también el agrio choque, en pleno Comité de Dirección del PP de Madrid, que tuvo con la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, cuando criticó la gestión del caso Madrid Arena por parte de esta, así como la del caso Gürtel por parte de la cúpula nacional del PP.

Y más incómoda si cabe ha sido para Rajoy, bien por sus peticiones de mayor contundencia contra la corrupción en plena ebullición del caso Bárcenas, bien por su opinión sobre la entrevista en la que el expresidente José María Aznar criticaba al Gobierno — «ha puesto el dedo en la llaga», dijo— o por sus reclamaciones acerca del caso Carromero.

Frases para todos

Como siempre, ha dejado frases para el recuerdo y ha provocado escozores acá y acullá, como cuando se quejó de que en España «la dimisión no se lleva», o cuando dijo que al ministro de Hacienda «le gusta más subir los impuestos» que a ella, o cuando pidió «dejar quebrar a los bancos», o cuando consideró motivo de orgullo que muchos jóvenes cualificados trabajen en el extranjero, o cuando a exigido listas abiertas a los partidos políticos, el suyo incluido... A Aguirre se la ve tan en forma que no ha dejado de figurar en quinielas de todo tipo, especialmente de cara a la candidatura a la alcaldía de Madrid en el 2015, de la que una y otra vez ella se desmarca, siempre de forma tibia, asegurando que ocupa una segunda línea de la política.

Nadie es tajante sobre el futuro de la ‘lidere-

sa’, que siempre ha hecho de la oportunidad (y de su calculada inoportunidad) virtud y que, como no conviene olvidar, hace un año rompió esquemas al anunciar una salida del ‘baronato’ autonómico que solo conocían un puñado de personas en su núcleo duro de confianza.

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