Duran y Homs ya no disimulan en público la división que socava a CiU
Casi no hay día que pase en el que no se desate una nueva polémica en CiU. Veinticuatro horas después de que el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, advirtiese que la federación corre el riesgo de romperse por culpa del proceso soberanista, y además cuestionara el memorial de agravios presentado por la Generalitat, uno de los dirigentes más destacados de Convergència, el consejero Francesc Homs, no se mordió la lengua para cargar contra Duran, sobre quien sembró dudas de su lealtad con los socios de coalición.
Homs, dirigente de la máxima confianza de Mas y alineado en el sector más soberanista de Convergència, el mismo que atribuye a Duran el descenso electoral de CiU, acusó al dirigente democristiano de cambiar radicalmente de criterio -«él sabrá por qué»- en relación al dinero que la Generalitat cree que el Estado le debe en inversión e infraestructuras por la disposición adicional tercera del Estatut. «Siempre defendió lo contrario», dijo Homs. Es decir, que los agravios denunciados no son 750 millones como mantiene ahora Duran, sino 3.500 millones como asegura la Generalitat.
En Convergència ha sentado como un tiro que el número dos de CiU haya cuestionado el listado de deslealtades del Estado hacia Cataluña y se haya puesto del lado del Gobierno central.
Duran no tardó en replicarle y a través de la carta semanal que envía a su militancia hurgó en la herida de la división que también hay entre los ‘convergentes’. Asimismo se dedicó a abonar la teoría de la crisis en CiU con una frase de su cosecha: «CiU es un gran invento y no sería bueno que se rompiera. Defiendo su vigencia, pero no la eternidad. Nada humano es eterno», remató.
Sobre el plantón
Soraya Sáenz de Santamaría quitó ayer importancia al plantón del presidente de la Generalitat en el acto organizado por la patronal catalana Fomento del Trabajo el jueves y eludió entrar en polémicas. Artur Mas alegó que no pretendía mostrar ningún enfado ni dar un puñetazo en la mesa.
En un contexto de tensión creciente entre ambos ejecutivos, en el Palau de la Generalitat recibieron la crisis protocolaria como una provocación de la Moncloa. Sáenz de Santamaría dio a entender que ella permaneció en todo momento ajena al enredo que, por otro lado, a su juicio no admite demasiada discusión.