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m. sáiz-pardo | (colpisa) madrid

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Todavía resuenan en los juzgados de Palma las sorprendentes declaraciones del viernes de Jesús Silva, el jefe del equipo jurídico de la infanta, apuntando a la arriesgada táctica de defensa de presentar a su cliente como víctima ingenua del amor por su marido, una suerte de ‘eximente por enamoramiento’ por su «fe en el matrimonio».

La eximente o atenuante de enamoramiento no existe en el Código Penal, pero el abogado dejó caer que ese puede ser uno de los ejes para tratar de exculpar a la hija del rey ante las acusaciones de fraude fiscal y/o blanqueo de capitales a través de Aizoon, la empresa del matrimonio, de la que ella era socia y su marido administrador.

O lo que es lo mismo, que la infanta de España básicamente se puso en manos de su esposo sin discutir una sola de sus decisiones porque, como dijo el propio Silva, «confía, ha confiado y seguirá confiando contra viento y marea» en Iñaki Urdangarín, ya que «amor, matrimonio y desconfianza son absolutamente incompatibles».

La tesis de la defensa de Cristina de Borbón, a la vista de la palabras del penalista , pasa por intentar probar que la hija de los Reyes, la primera persona de la Casa Real española que obtuvo una licenciatura superior, se dejó embaucar «por amor» por Iñaki Urdangarín, quien hasta dejar el balonmano jamás pisó una universidad o un centro de estudios fuera del bachillerato.

Las palabras de Silva sorprendieron a todas las partes personadas en el caso Nóos, a pesar de que, tras la imputación de la infanta, ya había vaticinado que la única defensa posible de Cristina pasaba por culpar de todo a Urdangarín. A la táctica de cargar las tintas sobre el exdeportista, ahora aparentemente se sumará la de hacer aparecer a la duquesa como una absoluta ignorante de las cuentas básicas de la economía familiar.