La nueva inmigración asalta la valla
La debilidad de las fronteras argelinas y la guerra en Mali son algunas de las causas de la crisis de Melilla y Ceuta, según los informes en poder del Gobierno.
¿Cómo es posible que en el mejor momento de las relaciones bilaterales hispano-marroquíes la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla viva su peor época? ¿Cómo es posible, como ocurrió el pasado martes, que un millar de subsaharianos se lancen al asalto de la valla de Melilla cuando la implicación de la policía y el Ejército marroquí para frenar esos asaltos es máxima?
Las preguntas se agolpan en los despachos de los ministerios de Interior, Exteriores y Defensa. Y allí, también ya van llegando informes de embajadas, de las fuerzas de seguridad, del CNI y de otros servicios de información de países amigos que intentan explicar un fenómeno «relativamente nuevo y muy complejo», en palabras de uno de estos documentos. Una lectura detenida de esa marea de papeles confirma que efectivamente lo que está ocurriendo desde luego no tiene, ni mucho menos, una sola causa. Esos documentos apuntan a multitud de factores, pero hay cuatro temas recurrentes: Argelia parece haberse convertido en un verdadero coladero; Marruecos está apostando muy fuerte por liderar un movimiento panafricanista aprovechando el vacío que está dejando su odiado enemigo y ha dejado de expulsar a inmigrantes de países que quiere captar para su esfera; la situación en Mali sigue siendo muy delicada; y el perfil de los nuevos inmigrantes es aún más desesperado que hace unos años, sin dinero siquiera para pagarse un ‘billete’ en una patera, un cayuco o un barco con destino a Italia.
El nombre de Argelia aparece por doquier. Según las estimaciones de los servicios de Inteligencia españoles, la inmensa mayoría de los 40.000 subsaharianos que ya están dentro de Marruecos y a la espera de una oportunidad para ‘saltar’ a Ceuta o Melilla han entrado en los últimos meses a través de la frontera de Oujda o por puntos cercanos del este de Marruecos. De facto, se infiere de esos informes, el cada vez más débil gobierno de Abdelaziz Buteflika ha dejado básicamente de controlar sus fronteras de ‘entrada’ con dos de los países claves en el tránsito hacia el norte de África como son Níger y, sobre todo, Mali, por donde pasan, además de los nacionales de estos dos estados, inmigrantes procedentes de Camerún, Nigeria, Benin, Togo, Ghana o Costa de Marfil. Ningún informe de los consultados se atreve siquiera a cifrar cuántos subsaharianos estarían actualmente en suelo argelino de camino a Marruecos. Argelia no da datos a los servicios occidentales. En realidad a nadie, según se lee en los documentos.
Y es que para las autoridades argelinas los inmigrantes no son un gran problema. Y menos una prioridad.
Varios informes de Defensa y Exteriores inciden en el hecho de que Marruecos es muy consciente de los problemas de inmigración irregular y de «delincuencia de subsistencia» que la ‘vía argelina’ está provocando en su territorio, pero los acepta. Rabat está jugando sus cartas. Igual que apuesta por mejorar su imagen frente a Europa poniendo a centenares de soldados y policías para intentar evitar los asaltos a la valla, también apuesta por ir ocupando el espacio de influencia en el norte del continente que está dejando Argelia, sumida en una crisis interna de la que no se ve el fin. Marruecos, que está intentando liderar una suerte de «movimiento panafricano islamista moderado», ha rebajado considerablemente las condiciones de entrada para los nacionales de Senegal y, sobre todo Mali, el país que está en el centro de su nueva estrategia geopolítica y que, hasta ahora, estaba siempre bajo la esfera de Argelia.
El nombre de Mali también aparece en buena parte de los informes. La mitad de los más de mil inmigrantes que durante 2014 han logrado saltar la valla de Melilla vienen de este país, de acuerdo a los datos de Interior. La situación en Mali sigue siendo muy delicada desde el golpe de estado de 2012.