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«Se enfadaba mucho si no te veía en tu puesto»

Trabajadores de la Diputación y amigos califican a Isabel Carrasco de jefa exigente y disciplinada, luchadora que pese a su carácter temperamental «no se comía a nadie».

Centenares de personas hacen cola para visitar la capilla ardiente en la Diputación.

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León

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«Tenía un carácter muy fuerte, pero no se comía a nadie. Cuando se le pasaba el calentón era una persona excelente». Celestino Fernández Martínez ha sido testigo de los momentos más personales de Isabel Carrasco. Su chófer durante 18 años lloraba ayer alejado de los centenares de personas que se agolpaban en la puerta de la Diputación momentos antes de participar en el minuto de silencio. El lunes por la mañana la acompañó a La Regla para recibir rehabilitación en el brazo izquierdo que se lesionó en un partido de pádel. Celestino estaba al otro lado de la pasarela cuando se produjo el asesinato. «La vi en el suelo, la llamamos por su nombre pero no contestaba». «Sólo tengo palabras de agradecimiento. Era una persona y jefa excelente».

Ayer fue el día de la perplejidad por los acontecimientos y los reconocimientos para una política cuyo carácter no dejaba indiferente a nadie. «Exigente», «fuerte», «tenaz» y «una gran trabajadora» fueron los recuerdos más repetidos entre el personal de la Diputación. «No le importaban las horas que tenía que trabajar, no se merece acabar en un puente con cuatro tiros».

Una jornada agotadora para la familia y los más íntimos que comenzó poco antes de las ocho de la mañana, cuando su hija, Loreto González Carrasco, llegaba al tanatorio de Eras de Renueva. Quiso ver a su madre y velar su cadáver en la intimidad, lo que obligó a retrasar hasta las 11.30 horas todo el protocolo de la apertura de la capilla ardiente previsto a las 9.00 horas en la Diputación. Los responsables del tanatorio esperaban aún a esa hora la llegada de la autorización del juez para sacar el cadáver del centro, trámite que se sigue cuando el fallecimiento es por una causa violenta. Loreto sólo salió una vez de la sala 10 del tanatorio de Eras de Renueva, al que tuvieron acceso sólo una veintena de personas, para dirigirse a los políticos del PP más íntimos que se encontraban en el pasillo. «Os lo pido por favor», les dijo llorando. Loreto no quería que se utilizara las circunstancias del fallecimiento de su madre en el debate político. «Hay algunos que se dedican a dar palmaditas ahora cuando antes la han criticado mucho», comentaban los más cercanos a la familia. Loreto pidió despedir a su madre en la intimidad, sin cámaras, sin prensa y sin curiosos. Acompañada de las tres hermanas de su madre y el novio de ésta, Jesús, y amigos y familiares más cercanos, sólo se preguntaba «¿por qué? ¿por qué?» abrazada a sus íntimos. Jesús. el compañero de Isabel Carrasco, no dejó de recibir llamadas telefónicas a las que contestaba sin poder contener las lágrimas. A su lado estaban también Marcos Martínez, vicepresidente de la Diputación, Guillermo García, delegado de la Junta, Eduardo Fernández, diputado y secretario del PP, Luis Aznar, senador, y Arantxa Miguélez, diputada. Más tarde llegaron Alfonso Fernández Mañueco, secretario general autonómico del PP y Tomás Villanueva, consejero de Economía.

Los teléfonos no dejaban de sonar y los planes cambiaban sobre la marcha, pendientes de la voluntad de la familia. Rajoy ya estaba en León. Poco antes de abandonar el tanatorio, Loreto permaneció diez minutos en la sala, a puerta cerrada, tras lo cuales la comitiva dejó atrás el lugar tras subir al coche fúnebre. En la plaza de Botines la esperaban cientos de leoneses que, entre la curiosidad y la consternación por lo ocurrido, despidieron a una mujer fuerte «con un final inesperado», comentaban algunos de los presentes. «Si vas por la calle y te pueden pegar un tiro esto provoca mucha inseguridad en los políticos».

La muerte la encontró en plena adaptación de la Diputación a la Ley de Racionalización y Sostenibilidad. La secretaria general de la Diputación, Cirenia Villacorta, estrecha colaboradora de la presidenta, destaca de ella «su fortaleza, su presencia de ánimo y su capacidad de trabajo. Lo más relevante de su carácter era su capacidad para seguir adelante, no pararse y superar los obstáculos».

Los trabajadores de la Diputación llegaban al centro por la puerta trasera, con un férreo control de acceso. Algunos empleados declinaron opinar sobre el fallecimiento de su jefa, pero otros no dudaron en destacar su «carácter fuerte» y «encantador». Es el caso de Jesús Fernández, jefe de los Servicios Sociales. «La conozco desde hace 25 años. He estado con ella en toda su trayectoria política y mantenía una relación estrecha. Siempre ha estado ahí, una gran trabajadora con un fuerte carácter, pero una persona encantadora. He bailado con ella en muchas fiestas. En los ambientes más distendidos era muy amable y simpática con la que se podían compartir bromas».

«No entendemos qué ha sucedido», comentaba Olga Álvarez, funcionaria. «Vivía para el trabajo con unas ideas muy claras. Tenemos una sensación de vacío porque es una situación absurda porque ahora nos encontramos en una situación de inseguridad absoluta».

Juan Luis Rodríguez es carpintero en la institución provincial desde hace doce años. Fue uno de los encargados de renovar el despacho de Carrasco cuando accedió a la presidencia de la Diputación. «Como jefa era muy exigente. Se enfadaba mucho si no te encontraba en tu puesto de trabajo. Yo nunca tuve problemas con ella porque siempre hice lo que me mandaba. Era muy disciplinada e imponía la disciplina. Lo que más le preocupaba es que estuvieras en tu puesto. Si te encontraba trabajando en lo tuyo te saludaba amablemente, pero si no era así...».

«Inteligente y muy trabajadora», la define José María Gorgojo, jefe de brigada. «Nunca me dio una orden directa porque yo recibía las instrucciones a través de mi director, pero todos conocíamos su fuerte carácter».

Su dedicación al trabajo no la hacía asidua de los bares de la zona. «Como dedicaba tantas horas al trabajo lo que hacía era pedir que le sirvieran el café en su despacho», comenta su chófer. En el último mes comía habitualmente en el restaurante Ave, en la avenida Ramón y Cajal, propiedad de Javier Martínez Geijo, «amigo de toda la vida», como se define. Precisamente ayer tenía una reserva para comer. «Era una persona que absorbía con su presencia. Imponía su criterio y era encantadora». La comida preferida de Carrasco era la verdura a la plancha y la carne, «siempre escogía eso de la carta».

A las puertas de la Diputación esperaba Juan Francisco García, amigo de una de las hermanas de la presidenta asesinada. «Son muy buenas personas. Isabel siempre ha estado ahí cuando lo he necesitado. Me ha ayudado mucho y le regalaba ropa a mi madre y mis hermanas», dice este dominicano de 40 años que ha participado en muchos eventos familiares.

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