Diario de León

EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO

La madre se muestra altiva y dominante dentro del módulo exclusivo de mujeres de la cárcel

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Hay un augurio que corre entre los funcionarios de la prisión de Villahierro casi como una apuesta. La intuición que da ver pasar a diario a reclusas durante años hace que los guardas observen la presencia de Montserrat González con interés casi sociológico para dirimir si, como muchos apuntan, se puede convertir en «la jefa del módulo de mujeres». No ha entrado como es habitual en una novata, con la cabeza gacha y el ánimo bajo, sino que ya se mueve con pleno dominio de la situación en un escenario muy distinto al que le es natural. Rodeada de presas de todo tipo, dentro del módulo 10, el único exclusivo de féminas, lo que impide que se haga una clasificación por delitos como existe en las zonas de hombres, la madre de Triana Martínez exhibe un carácter potencialmente dominante e, incluso, despótico. «A mí no te dirijas, que yo hablo sólo con el director», se la oyó en una de sus primeros cruces en el penal.

No sólo ha causado sorpresa entre los funcionarios el modo en el que se comporta Montserrat González dentro de la cárcel, sino que también causa sensación entre las demás internas del módulo, quienes acogieron su entrada con la expectación que causa la homicida confesa de un crimen tan mediático. Esperaban una dama de la burguesía, acostumbrada a la buena vida, los lujos y las facilidades, pero se han encontrado con una mujer altiva que incluso se jacta de que volvería a matar a Carrasco.

Pese a este papel de serenidad y control, hay funcionarios que temen que tras los primeros días desafiantes entre poco a poco en barrena vencida por el ambiente que la rodea, las circunstancias del crimen y la toma de conocimiento de que se le presenta una condena de prisión de más de 20

años; una losa que tarde o temprano, según vaticinan, hará mella.

En el lado contrario de la cárcel de Mansilla de las Mulas, su hija Triana se mantiene en el módulo 7, definido como mixto y de respeto, sumida en un estado depresivo. Los largos periodos de llanto de las primeras jornadas han empezado a remitir, pero continúa cabizbaja, con miedo al contacto con el resto de los internos. Ni siquiera las dos visitas de su padre al penal, al que reclamaba de manera repetida en las primeras horas, han conseguido animarla.

La situación hace que los responsables del penal hayan insistido a los funcionarios en la necesidad de tenerla bajo control, más allá de la labor de la presa sombra asignada dentro del protocolo de prevención de suicidios, que no la deja en ningún momento del día.

El mismo estado de ánimo taciturno ser ha adueñado de Raquel Gago. La policía municipal se mantiene en el módulo de ingresos. Este área es la única, al margen de la enfermería, que permite que las tres implicadas en el crimen de Isabel Carrasco permanezcan separadas, como recomendó la juez que instruye el caso, aunque en ningún caso el auto de prisión ordena que estén incomunicadas. Para poder mantener esta prescripción la única alternativa que se presenta pasa por trasladar a la agente de la Policía Local de León a una de las cárceles del país que cuentan con módulos especiales para cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, bien Ávila o Sevilla, aunque puede rechazarlo.

Los primeros días de una convivencia en prisión que, como mínimo, deberán mantener hasta el juicio dentro de un año. 

 

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