Diario de León

Botsuana y Corinna abrieron las críticas

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MATEO BALÍN | MADRID
León

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«Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». Once palabras para pedir perdón a un país. Quizás fueron las tres frases más duras de pronunciadas por el Rey en sus 39 años de reinado. Fue el 18 de abril de 2012. En un gesto sin precedentes en la historia de la Corona española, don Juan Carlos entonó el ‘mea culpa’ por su viaje privado de caza a Botsuana en la misma semana que España estaba en el centro del huracán por la crisis de la deuda.

Lo que muchos vieron como un gesto humano y sincero para cerrar un bochornoso espectáculo, algo así como un pido perdón y «pelillos a la mar», se acabaría convirtiendo en la piedra de toque del martirio real que vendría luego. Porque el auténtico annus horribilis de la Corona no fue 2012, sino 2013. Por partes. Tras la caída de Botsuana una imagen llamó poderosamente la atención más allá del singular perdón real. Fue el monumental cabreo de su familia, que quedó patente con la breve presencia de la Reina en la clínica privada de Madrid donde se operó su marido. Doña Sofía estaba en Grecia visitando a su hermano cuando se enteró del accidente y dos días después regresó a España. Se fue directa al centro médico, donde estuvo solo 20 minutos para ver a su marido. «Está fenomenal», dijo, con media sonrisa, antes de irse. En los meses posteriores se abrió la caja de pandora contra la Monarquía, algo inaudito hasta la fecha y que supuso el inicio del fin del velo informativo que tradicionalmente había acompañado a las actividades extraoficiales de la Familia Real. A esto se sumó que la salud del Rey seguía quebrada, su agenda limitada, el caso Nóos salpicaba de lleno a su yerno e hija, la irrupción pública de su «amiga» Corinna, la herencia real de Suiza y la exclusión de las infantas del núcleo central de la Corona.

La princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein concedió en febrero de 2013 una entrevista a la revista Hola en la que aseguraba: «Mi vida ha sido una pesadilla». Después hizo más declaraciones en las que se definía como la «entrañable» amiga de don Juan Carlos y señalaba que con la institución mantenía una estupenda relación. Estos testimonios dieron carnaza durante semanas a los programas del corazón. Lo que eran solo rumores para muchos se convirtieron en certezas.

Así, no es de extrañar que la imagen pública de la Monarquía cayese en las encuestas del CIS, hasta el punto de que su nota se mantiene por debajo del aprobado.

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