Diario de León
juanjo martín

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rafael m. simancas | madrid
León

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Si eras de izquierdas lo suyo era una trenka, si eras de derechas un abrigo austriaco de color verde. Europa empezaba al otro lado de los Pirineos, quedaba lejos, a todas partes había que viajar con pasaporte y los españoles tenían fama de ser señores bajitos, malhumorados y que no tenían ni idea de idiomas. En efecto éramos menos, 36 millones en el censo y algunos también eran mucho más jóvenes. La estampa de España 1976 a la del 2014 ha cambiado por fortuna, tanto que para vernos dentro de un dos caballos tenemos que acudir a escenas de alguna película de ‘Cine de Barrio’, o a un documental de quienes tenían la suerte de presumir de un tomavistas que sería hoy motivo de risa para cualquiera que no fuera un personaje de la serie Cuéntame . Documentales que básicamente recogían encuentros familiares en bautizos y comuniones y en los que siempre aparecía un pariente que se escondía detrás de una servilleta. Nada más morir Franco hubo que enterrarlo jurídicamente en la conocida Ley de Reforma Política que daba paso a un periodo tan interesante como incierto. Conste que no estábamos para cometer excesos porque el sueldo medio era de 10.000 pesetas, y un periódico costaba tres duros, (quince pesetas para los no iniciados). Se fumaba mucho y en los puestecillos en los que se vendían pipas también se podían comprar cigarros sueltos de aquellos que no tenían ni filtro ni otra cosa que troncos dentro del tabaco para darle emoción al fumeque. Por cierto, los soldados de permiso los sábados por la tarde llenaban el centro de las ciudades, y compraban cigarros sueltos, vigilados por los Land-Rover de la Policía Militar que eran otros soldados con un casco-orinal pintado de blanco. Aquellos militares sin graduación eran multitud porque de la mili solo se libraban los hijos de viuda y aún así había también sus excepciones. Viudas como las de entonces: vestidas de negro riguroso durante gran parte de su biografía que si transcurría en un pueblo era sinónimo de esclavitud obligada. Entristecidas mujeres que encadenaban vestidos oscuros como nos mostró Manuel Summers en algunas de sus películas.

A la mujer se le consideraba bastante poco, su destino era una boda con un buen hombre, no podía abrir una cuenta corriente sin permiso del marido y si fumaba era considerada una moderna alocada ye-yé. La tutela que el franquismo ejercía en la sociedad se prolongó sobre la mujer de manera obsesiva. Para todo los demás que se salieran de la norma, en especial los universitarios, ya estaban los grises para repartir la estopa correspondiente entre los edificios de las facultades universitarias, o patrullando por las grandes avenidas urbanas. Con poca capacidad adquisitiva los únicos excesos eran mirar por una cerradura aquellos años del llamado ‘destape’ que crearon al ‘landismo’ que perseguía suecas por las playas de la Costa del Sol con una guitarra a ser posible. Es verdad que entonces se recelaba mucho del futuro inmediato y que el temor de muchas personas mayores que consistía en qué iba a pasar cuando Franco muriera se convirtió en pesadilla presente porque el futuro llegó. Pero no hubo tiros, no hubo enfrentamiento entre españoles y para eso vino Jarcha para cantar Libertad sin Ira.

Al tiempo que la sociedad caminaba nos dimos cuenta de que era posible hacerlo juntos, sin peleas, sin broncas, Juan Gris pintó ‘El Abrazo’, un cuadro que está en los sótanos del Reina Sofía. Y en los periódicos se iba capeando la censura que ocupaba desde grabaciones de discos a guiones de cine; discos rayados con una llave he conoció algunos cuantos, y con la leyenda de prohibida su difusión. De todo eso ha pasado mucho tiempo, hasta tuvimos que aprender a cómo funcionaba una urna para votar. Los más pequeños lo escuchábamos del relato de nuestro.

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