Diario de León

Todo un cambio de época

La renovación en la corona será insuficiente si no va acompañada de un proceso de transformación similar en otras instancias sociales, políticas y económicas.

Los ex ministros Pio Cabanillas, Martin Villa, Eduardo Serra y Marcelino Oreja.

Los ex ministros Pio Cabanillas, Martin Villa, Eduardo Serra y Marcelino Oreja.

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M. Balín | Madrid
León

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Don Juan Carlos abdicó para preservar la corona y frenar el declive de la institución. Una tarea que no estaba a su alcance. Es una labor para otro rey, para su hijo, el futuro Felipe VI tendrá que cargar con esa responsabilidad. «Una nueva generación reclama con causa justa el papel protagonista», leyó el rey al anunciar el lunes su renuncia a la corona. Pero esa renovación será insuficiente si no va acompañada de un proceso de cambio en otras instancias sociales, políticas y económicas. Hay pocas dudas de que España necesita una reforma general y la renovación de la monarquía puede ser la rampa de salida.

El relevo en el trono supone no solo una sustitución en la Jefatura del Estado, es nada menos que un cambio de época. Así lo plantean de forma mayoritaria historiadores, sociólogos y también políticos, aunque la Casa del Rey se empeñe en mantener que no se abre una nueva época y trate de vestir el tránsito del padre al hijo como una mera continuidad de la etapa abierta en 1975 con la restauración de la Monarquía. «Mal iremos —comentaba estos días un ministro— si Felipe VI es lo mismo que Juan Carlos I». «La abdicación debe ser un impulso hacia un futuro de reformas» en todos los órdenes, apunta el ex presidente Felipe González.

Recuperar la sintonía

La corona ha perdido reconocimiento social, muestra síntomas de agotamiento. Su proceder de estos últimos años ha precipitado el divorcio con una ciudadanía hastiada de corruptos, agobiada por la pérdida de trabajo y de capacidad económica. Recuperar la sintonía de la transición no será posible, subraya el catedrático de Historia, José Álvarez Junco, pero Felipe VI puede prestigiar una institución en un momento en que todas están desprestigiadas.

Ese renacer, siempre que Felipe VI alcance ese objetivo, puede ser flor de un día si no va acompañado de una renovación en los comportamientos políticos, jurídicos o financieros. El cisma social no es solo con la corona, es con todo. La gente no está contenta con la Monarquía, pero tampoco con los políticos y los sindicatos, con el modelo territorial, con los jueces, con el Parlamento.

El próximo rey ya sabe que dónde se va a jugar y juzgar buena parte de su reinado es en Cataluña. Es ya un lugar común que el proceso independentista catalán va a ser el 23-F de Felipe VI. Es, sin embargo, una comparación injusta porque su padre tenía las herramientas para hace frente a la intentona golpista que él no tiene para desatascar un conflicto que lleva camino del enquistamiento.

Felipe VI, según fuentes cercanas a la Zarzuela, efectuará uno de sus primeros viajes, si no el primero, a Cataluña, comunidad, por otra parte, de la que ha sido visitante asiduo en el último año. En el discurso que pronunció el martes en el monasterio navarro de Leyre ya adelantó que su cruz de guía territorial será una España «unida y diversa». Conceptos de difícil conjugación ante los planteamientos secesionistas.

El cambio de época, por tanto, se vislumbra tan necesario como complejo. No solo por Cataluña, que también, sino por la dificultad para romper inercias. La propia corona, los partidos, la judicatura, la banca llevan décadas anclados en unas prácticas que la sociedad de 2014 repudia.

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