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Opinión | jesús esteban rodríguez

PRESIDENTE DEL cONSEJO DEL bIERZO (1999-2003)

Acababa de ser elegido presidente del Consejo Comarcal de El Bierzo y estrenábamos refriega: José Antonio Díez, presidente de la Diputación, se negaba a ceder un local de su edificio de Ponferrada para celebrar el pleno de organización del Consejo. Decidimos celebrarlo en la calle y fijamos la fecha del lunes 13 de septiembre de 1999, en la plaza Fernando Miranda.

En estas salta la gran noticia, sin precedentes en la historia berciana: «Los reyes adelantan al 14 de septiembre su visita a la comarca, ese día el rey pronunciará un discurso y recibirá la medalla de honor de Ponferrada»… en la plaza Fernando Miranda.

Con el revuelo consiguiente surgen todas las mediaciones políticas tendentes a evitar que los reyes se desayunen con la noticia de la institución berciana celebrando un pleno en la calle por falta de local. Todas fracasan estrepitosamente: Díez no cede y nosotros solo cedemos en trasladar el pleno a la peatonal de Sierra Pambley.

Al día siguiente el Diario de León titula: «Miles de bercianos recibirán hoy a los reyes en una visita maratoniana». Y justo debajo, ocupando la mitad de la portada, la foto del pleno en la calle, bajo una carpa, presidida por el retrato del rey, con las sillas repletas de consejeros socialistas, las sillas vacías de los consejeros populares, periodistas y curiosos.

Por la tarde se presentan los reyes en la plaza de la Encina, dentro del recinto de la basílica, donde son recibidos por el alcalde (Ismael Álvarez), el presidente de la Comunidad autónoma (Juan José Lucas), el ministro de agricultura (Jesús Posada), el presidente de las Cortes de Castilla y León (Manuel Estella), el delegado del gobierno (Isaías Monje), el obispo de Astorga (Camilo Lorenzo), el presidente de la Diputación y el presidente del Consejo Comarcal, con el que en principio no se contaba y fue incluido para evitar otro «incidente diplomático».

El rey, «vestido con un sobrio traje negro y corbata naranja» —decían las crónicas—, me pareció más rubio y más alto, mucho más que ahora; y la reina —«con un elegante traje azul de chaqueta»—, más guapa y más simpática, mucho menos que ahora. Saludaron a la gente entre ovaciones y se fueron, nos fuimos, desde la basílica al castillo, desde el castillo a Fernando Miranda —donde «se agolparon más de veinte mil personas»— y desde Ponferrada al parador nacional de Villafranca, donde pernoctaron, tras recibir a las autoridades y los cargos electos de la comarca.

Al día siguiente, Las Médulas, donde se fotografiaron entre dos castaños centenarios. Desde allí a Toreno: acto oficial y comida a estilo pueblo en Casa Salomé, donde tuve la oportunidad de conocer a los reyes en ese plano de mayor intimidad que suele dar una mesa: a Juan Carlos, para confirmar toda la campechanía y sentido del humor que se cuenta de él; y a Sofía, para resaltar su clase y su señorío, una reina de cuento de hadas. Eso sí, los comensales no pudieron sustraerse a la actualidad política berciana y la disputa Diputación-Consejo Comarcal copó la mayor parte de los comentarios.

Por la tarde, mucho más tarde de lo previsto, Molinaseca —paseo por el puente romano—, Cacabelos —cena privada en La Moncloa de San Lázaro— y vuelta a Villafranca.

Por fin, en plenas fiestas del Cristo, Bembibre. Antes, el rey recorrió la galería de la Mina Escuela, donde dijo quedar impresionado. En Bembibre, pasó revista a la corporación municipal y me tocó hacer las presentaciones. Después de ocho años como alcalde y una derrota electoral por un voto, me sentía forastero en mi propio pueblo, en mi propia casa. En la plaza Santa Bárbara tuvo lugar el discurso de despedida y, en la New Brothers, el ágape final, a cuyo término todos nos sentimos amigos de toda la vida. Desde allí, al campo de Los Juncos, donde un helicóptero devolvió a los reyes a Madrid.

Epílogo: Juan José Lucas, apremiado por la prensa, prometió exigir al Gobierno veinte mil millones de pesetas del Plan del Carbón para El Bierzo y dotar a su Consejo Comarcal de todas las competencias que estaba necesitando. El lunes 20 de septiembre Jesús Mañueco, consejero de presidencia, visitó nuestras dependencias en el Pasaje Fernández Luaña y nos dejó estupefactos cuando dijo: «las empresas de la zona deben colaborar en el sostenimiento económico del Consejo». Solo un presagio del durísimo camino que nos faltaba por recorrer.

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