Diario de León

Madina dice por fin ‘sí’ y promete un «shock de modernidad» para España

La carrera por la secretaría general del PSOE comienza con proyectos aún difusos.

Eduardo Madina posa junto a un busto de Ramón Rubial en el Congreso de los Diputados.

Eduardo Madina posa junto a un busto de Ramón Rubial en el Congreso de los Diputados.

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paula de las heras | madrid
León

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La carrera, ahora sí, ha comenzado. El PSOE abrió ayer el plazo para que los aspirantes a la secretaría general traten de convencer a la militancia de que merecen, al menos, llegar a la consulta que tendrá lugar el próximo 13 de julio. A partir de ahora, disponen de quince días para recabar los avales mínimos, cerca de 10.000, el 5% de los 197.000 afiliados censados, que les convertirá oficialmente en candidatos. Pedro Sánchez se echó ayer mismo a la carretera para recorrer pueblos y ciudades. El ex ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar dijo que el lunes despejará la incógnita sobre sus intenciones. Y Eduardo Madina dio por fin el ‘sí, quiero’ en una comparecencia en el Congreso.

El número dos del grupo parlamentario socialista siempre ha estado en las quinielas. Ahora y hace dos años y medio, cuando el PSOE, ya en barrena, acabó eligiendo entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón porque él, a quien uno y otro animaron a dar el paso, decidió que estaba aún verde para el cargo. En esta ocasión, también empujado por muchos -junto a él apareció ayer, Bernardino León, ‘el chico de oro’ del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, según el informe secreto de los Estados Unidos revelado por Wikileaks- dice poder ofrecer a su partido y a España un «shock de modernidad».

Ese será sin duda el eslogan de su campaña. En su presentación, junto al busto de Ramón Rubial, presidente del PSOE hasta 1999, primer lendakari de la etapa preautonómica y vizcaíno como él, Madina argumentó que España no necesita «pequeñas reformas» y pasos adelante que, con los gobiernos del PP, «vuelven a ser pasos atrás», pero poco concretó sobre cómo o en qué dirección pretende acometer esa transformación histórica, similar, según dicen en su entorno, a la que puso en marcha Felipe González en los ochenta.

Cambio no rupturista

Sí exhibió su exitoso órdago para lograr que, por primera vez, el PSOE vaya a un congreso en el que el voto de cada uno de los militantes tenga tanto valor como el de los cuadros del partido como un ejemplo de lo que pretende conseguir en otros ámbitos: una «auténtica revolución» en materia de competitividad, en el ámbito de los derechos y las obligaciones de los ciudadanos y las libertades públicas y una verdadera apuesta por la «cohesión social», dijo. Ahora bien, frente a quienes le tachan de radical, dejó un par de pinceladas que hablan de un cierto deseo de cambio no rupturista. Nada de un advenimiento de la República. Argumentó que el PSOE ha tenido ese debate en numerosas ocasiones, y que lo seguirá teniendo, pero que el suyo es y será un partido «productor de convivencia». Abraza, además, la propuesta de reforma constitucional aprobada por el partido en su Conferencia Política. Y un cambio en la relación de los partidos con la ciudadanía. En ese aspecto, su posición no es tan distinta de la de Pedro Sánchez, que incluso ha llegado a defender los referendos a la militancia sobre «temas de interés», acotados a la postre a una reforma de la ley de partidos y de la financiación de formaciones políticas, sueldos públicos e incompatibilidades. Madina no ha ido tan lejos, pero lo que sí hizo fue garantizar que si gana mantendrá el calendario para que el próximo cabeza de cartel del partido sea elegido en un proceso abierto a la ciudadanía en noviembre. El diputado madrileño, en cambio, no ha querido mojarse con la fecha.

Madina, que durante esta legislatura y también en la anterior, ha formado parte de la ejecutiva federal del partido como vocal, anunció además su decisión de abandonar el cargo dado que la dirección del partido es la encargada de garantizar la limpieza del proceso de elección interna, que culminará el 26 y 27 de julio con la celebración del congreso extraordinario que, en la práctica, se limitará a ratificar lo decidido por los militantes con dos semanas de anterioridad y a votar la ejecutiva formada por el nuevo secretario general.

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