FUNERAL EN LEÓN
Flores y estrellas para un adiós
Cientos de personas, representantes políticos y mandos de la Guardia Civil, los tres ejércitos y Protección Civil llenan la Catedral en el funeral por los tres agentes muertos al estrellarse su helicóptero
A las 4.15 de la tarde, los familiares y amigos de los tres guardias civiles muertos ayer en Maraña al estrellarse su helicóptero cuando estaban rescatando a un deportista herido en el pico La Polinosa comenzaron a abandonar la Comandancia de León camino de la Catedral. Bajo el estricto protocolo militar, las viudas, hijos y padres de los tres fallecidos les dieron un último adiós privado, sin cámaras ni fotógrafos. Una despedida íntima, dolorosa e intensa en medio de una emoción contenida y un silencio interrumpido por el llanto. A esa hora, la Catedral estaba ya llena. Cientos de leoneses, representantes políticos y mandos de la Guardia Civil, del Ejército del Aire, de la Marina y el Ejército de Tierra, de Protección Civil, 112, los Servicios de Emergencia y Cruz Roja acudieron a despedir a los guardias civiles que se jugaron la vida y la perdieron para rescatar a un montañero herido. Pero, sobre todo, la joya del gótico estaba llena de amigos, de gente que admira en silencio la labor de estos agentes.
El trasiego de oficiales por la calles aledañas a la Comandancia fue desde ayer por la noche incesante. Han llegado desde todos los puntos del país y llenaron los hoteles de la ciudad. No en vano, el capitán Emilio Pérez Peláez, el teniente Marcos Antonio Benito Rodríguez, ambos pilotos, y el guardia especializado en rescates José Martínez Conejo eran una especie de héroes no sólo para los montañeros, también para sus compañeros. Hoy todos, de riguroso traje, con galones y estrellas o con el luto sentido del compañero raso, les han dicho adiós para siempre.
En la Catedral estaban también montañeros y deportistas de élite aún impresionados por la muerte de quienes consideran 'los ángeles de la Montaña' y con quienes coincidían a menudo en sus escaladas. Especialmente con Conejo, de 47 años y natural de Laguna de Negrillos, un hombre deportista al que veneran en la estación de esquí de San Isidro.
A las cinco de la tarde, con puntualidad castrense, los tres coches fúnebres enfilaron la plaza de la Catedral. Un silencio absoluto en una de las pocas tardes muy calurosas de este verano permitió escuchar con nitidez las órdenes de los militares. Un funeral castrense, sobrio y emotivo.
Tras los tres coches fúnebres llegaron tres minibuses, uno para cada una de las familias de los fallecidos. Bajaron de los autobuses y se colocaron tras los féretros. Entonces, la gente congregada en la plaza los homenajeó con un cerrado y respetuoso aplauso. Centenares de ramos de flores dejaron patente a las puertas de la iglesia y en la Comandancia el profundo respeto por los tres agentes fallecidos.
Especialmente emotiva fue la llegada del guardia civil superviviente, Enrique Ferrero, hoy también con una gran entereza. Él y sus tres compañeros fallecidos ostentan la máxima condecoración que pueden recibir, además de la gratitud eterna de todos a los que han salvado. El ministro del Interior, presente en la Catedral (emprendió ayer viaje a León nada más conocer el accidente), les impuso la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo y la Cruz al Mérito de Protección Civil con distintivo rojo. La ceremonia de imposición de las medallas a título póstumo para Pérez Peláez, Benito y Conejo y al único agente superviviente, Enrique Ferrero, impactó a todos los asistentes. El ministro besó uno a uno los galardones que fue colocando sobre los féretros cubiertos con la bandera de España. Con los compases de la Marcha Fúnebre interpretada por una banda militar, los ataúdes entraron en la Catedral.
Durante la misa, el arzobispo castrense, Juan del Río, que presidió el funeral acompañado del obispo de León, Julián López, destacó el "valor y entrega" de los fallecidos.
El acto contó con la presencia de innumerables autoridades con el ministro del Interior, Jorge Fernández Díez como máxima representación del Estado, el director general del Instituto Armado, Arsenio Fernández de Mesa, el delegado del Gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano, y el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, así como una amplia representación de políticos leoneses. En la Catedral había también una representación de la Federación Española de Deportes de Invierno.