Un país sin cultura de coalición
España siempre ha tenido gobiernos monocolores en las últimas cuatro décadas. O ha gobernado la UCD o el PSOE o el PP, pero siempre en solitario. A lo sumo que se ha llegado en materia de acuerdos ha sido a entendimientos para que fuerzas minoritarias, casi siempre nacionalistas, dieran apoyo parlamentario al gobernante de turno. Una tradición que puede romperse en las próximas elecciones legislativas, en las que se prevé que nadie logrará la mayoría absoluta y además el que gane se quedara lejos de ella, de modo que el respaldo de las fuerzas minoritarias puede ser insuficiente para gobernar.
El debate sobre la gran coalición de PP y PSOE en 2015 ha puesto sobre el tapete la incultura española para formar gobiernos con más de un partido. Ha sido posible en las comunidades autónomas, pero nunca en el Ejecutivo central. Hay quien dice que esta incapacidad es fruto de las enconadas enemistades que se generaron a partir de la transición. Pero también es cierto que ha habido hasta cinco mayoría absolutas en las once elecciones generales celebradas que hicieron innecesario el pacto, y en las seis que no se alcanzó los resultados del ganador han sido tan próximos que con el apoyo en las Cortes de uno o dos minoritarios fue suficiente para garantizar la estabilidad.
No siempre ha sido así. Durante la Segunda República y en los reinados de Alfonso XII y XIII en el siglo pasado se formaron gobiernos de coalición, incluso con más de dos partidos, aunque casi siempre fueron turbulentos y de corta duración. La experiencia, en este sentido, es mala consejera.
En España, todos los que se han sentado en el Consejo de Ministros desde 1977 eran del mismo equipo, a lo sumo había independientes, pero con alta afinidad ideológica con el partido del presidente del Gobierno.