Diario de León

Fin de bipartidismo y principio de ‘Borgen’ Todavía queda partido

El Debate del Estado de la Nación protagonizado por Rajoy y Sánchez deja la sensación de final de ciclo.

Rafael Simancas conversa con Pedro Sánchez.

Rafael Simancas conversa con Pedro Sánchez.

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ROSA BELMONTE | madrid
León

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Cuando Jesús Posada dio la palabra al presidente del Gobierno, Rajoy se comprobó la bragueta, se abrochó el botón de arriba de la chaqueta y se dirigió a la tribuna de oradores con tal taco de folios que parecía que fueran para ponerlos en la bandeja de la fotocopiadora. Pero eran para leerlos. Decía el cándido Camba que al Congreso no se va a leer sino a hablar. Eso sería en su época. No digamos en la de Castelar, que un día al salir del hemiciclo lo hizo con tanta elocuencia que la multitud acabó aplaudiéndole con locura. A Rajoy eso no le pasaría (ni a Pedro Sánchez). Rajoy va al Congreso a leer. Y en letra muy grande. De ahí el taco. Lo que en el discurso repartido a la prensa ocupa 36 folios (36 caras), en sus manos son tres dedos de papel. La versión mini también debía de ser la que tenían Soraya Sáenz de Santamaría y Jorge Moragas, que se pasaron la intervención del jefe leyendo el discurso a la vez. Y anotando. La vicepresidenta, con un bolígrafo azul. Moragas, con un rotulador rojo (este apuntaba menos). Cuarenta segundos tardaba Rajoy en ventilarse cada folio, siempre que no hubiera aplausos. «Sólo son válidas las palabras pronunciadas», se leía en la portada del discurso que me dieron. Es decir, que no vale prevemos, sino «preveemos», que fue lo que dijo Rajoy. Ni señorías, sino «seorías». Aunque peor es Jesús Posada, al que se entiende poco. Sí se le entendía la mirada de abuelito de Marisol que lanzaba a los bancos socialistas cuando oía jaleo. Aunque Celia ‘Candy’ Villalobos riñó más. A Coscubiela, que llamó capo a Rajoy.

Este Debate sobre el estado de la Nación tenía para todo el mundo categoría de fin de ciclo. De fin de bipartidismo y principio de ‘Borgen’ (por el multipartidismo). O de rareza, como la película de Bond protagonizada por George Lazenby. Aunque más que ’007, al servicio secreto de Su Majestad’, aquello era como ‘Enemigo a las puertas’, sea el enemigo Pablo Iglesias o Albert Rivera. Ninguno estaba allí. Pero se les espera. Rajoy no hizo caso al PSOE en el discurso de la mañana. Al final sí se refirió a Podemos. Con tal ninguneo daba la impresión de que Sánchez iba a tener que tomar medidas desesperadas para llamar su atención. Subir al estrado vestido de reina del carnaval de Tenerife o de Lady Gaga. Viri Fernández, la mujer de Rajoy, escuchaba a su marido desde la tribuna. A su lado, María Dolores de Cospedal vestida de agente del FBI, con masculinos chaqueta, pantalones y camisa. Allí no aplaudían, claro. Si acaso, Cospedal musitaba «muy bien, muy bien» y daba clandestinas palmaditas en la barandilla cuando Rajoy se jactaba de haber logrado que los pensionistas cobraran puntualmente. Viri, y tiene mérito, no cambió de cara cuando Rajoy, ironizando sobre las promesas de Podemos, dijo: «Si lo hiciera yo sería un gesto de inconsciencia temeraria.

Y, si lo hacen los demás, ¿qué es?». Pronunció la frase con una entonación entre Pedro Peña en una revista de Lina Morgan y Manolo Gómez Bur en ‘La venganza de don Mendo’. Si Pedro Sánchez dijo «preveyéndola» en una entrevista en televisión, Rajoy dijo ayer «preveemos». Luego Duran habló de peluquerías. Eso fue menos previsible. El bipartidismo afecta hasta a la conjugación.

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