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Madrid marca el camino a La Moncloa

Las elecciones en la comunidad y los pactos posteriores pueden ser un anticipo de lo que va a ocurrir en España tras los comicios legislativos de fin de año.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto al líder del PSOE, Pedro Sánchez.

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ramón gorriagán | madrid
León

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Las elecciones en Madrid no son como las de cualquier otro territorio.

Son un termómetro de la temperatura en los partidos. Las candidaturas son algo más que unas listas, son escenarios para batallas que trascienden el ámbito de la comunidad y en su confección se dirimen conflictos nacionales, premios y castigos, filias y fobias. O acaso alguien piensa que las defenestraciones de Ignacio González en el PP o de Tomás Gómez en el PSOE fueron decisiones de índole autonómica como las que se podrían haber tomado en cualquier otro ámbito. No, y así lo reconocen los afectados; fueron gestos de autoridad de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez dirigidos a toda su parroquia, no solo a la madrileña. En las listas de Madrid, los líderes nacionales se remangan y quitan y ponen nombres.

Madrid va a ser un banco de pruebas para los acuerdos postelectorales en las generales de final de año. Los sondeos para las legislativas de España y las autonómicas madrileñas son muy similares y muestran a cuatro fuerzas, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, muy destacadas del resto y bastante igualadas. La asamblea regional será, si no se tuercen los pronósticos, un anticipo de lo que pasará en el Congreso cuando haya que investir al próximo presidente del Gobierno. Madrid, aunque Andalucía votará el próximo domingo, marcará la pauta de los futuros acuerdos para elegir al sucesor de Rajoy. Permitirá despejar la incógnita de si habrá la gran coalición de las dos fuerzas hasta ahora mayoritarias, o si los socialistas se entienden con Podemos y los populares, con Ciudadanos, o cualquier otra fórmula.

Viejo y nuevo

Pero antes de llegar a ese momento político, los prolegómenos han desnudado las diferencias entre lo viejo y lo nuevo. Populares y socialistas han reeditado una vez más antiguos usos y costumbres que demuestran que son organizaciones con prácticas de antaño. En el PP volvió a funcionar el «dedo divino» de Mariano Rajoy, según definición de Esperanza Aguirre

Ni primarias ni nada parecido. En el PSOE sí las hubo, pero con un solo contendiente, y como el resultado en el caso de Tomás Gómez no gustó en la calle Ferraz, fue reemplazado en una maniobra palaciega por Ángel Gabilondo.

El líder del PP entró a saco en la designación de los candidatos a la Comunidad de Madrid y al ayuntamiento de la capital sin dejar que la organización madrileña pusiera nombres sobre la mesa. Rajoy eligió a los candidatos con la vista puesta en el día siguiente a las generales donde él se juega el futuro, no en el día después del 24 de mayo. La designación de Aguirre para la alcaldía y de Cristina Cifuentes para la comunidad fue el primer paso para demoler el castillo de la líder de los populares madrileños, el único reducto siempre crítico con Rajoy.

El presidente del Gobierno decidió que el dúo González y Aguirre suponía perpetuar la sorda pugna que se desató en 2008, con el dato agravante para Rajoy de que no está asegurado que vuelva a ganar las generales

En ese escenario, arriesgarse a tener un contrapoder dentro del PP podía ser una temeridad para sus costumbres.

El tándem mutilado optó por tanto por segar las aspiraciones del presidente de la Comunidad de Madrid con los mismos argumentos que empleó el socialista Sánchez para truncar las de Tomás Gómez; esto es, malas perspectivas electorales y un aroma a corrupción que no acaba de aflorar, pero está ahí.

Colocó en su puesto a Cifuentes, un peón fiel. Mutilado el tándem, Aguirre tuvo que asumir que, obtenga o no la vara de alcalde, deberá dejar el liderazgo del partido en Madrid en 2016. Aunque conocido su carácter, se resistirá, ya ha dado pistas de que lo hará, y dará algún dolor de cabeza más a Rajoy.

El secretario general del Partido Socialista Obrero Español también sacó la calculadora nacional antes de descabalgar a Gómez. Es consciente de que su liderazgo en el partido es precario y que la sombra de la andaluza Susana Díaz se proyecta cada día con más fuerza.

El PSOE sabe que dará un paso de gigante en el camino a la Moncloa si arrebata al PP el Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid. Sus opciones de pacto son mejores que las de su rival, pero sus perspectivas de voto son peores. «Y es que Madrid es del PP», se lamentaba hace unos días un influyente exministro socialista. Desde los tiempos de Joaquín Leguina, Enrique Tierno Galván y Juan Barranco, el PSOE no pisa moqueta gubernamental en Madrid.

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