Diario de León

tras LA DIMISIÓn de monedero

La dirección de Podemos intenta enfriar su crisis más grave en 16 meses de vida

Las diferencias entre los pragmáticos y la vuelta a las esencias de los críticos crecen.

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, afronta el reto de apaciguar su partido.

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, afronta el reto de apaciguar su partido.

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ramón gorriarán | madrid
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Nadie duda, ni la dirección ni los críticos, que Podemos atraviesa su crisis más grave desde aquel 17 de enero del año pasado, cuando Pablo Iglesias anunció en el Teatro del Barrio del distrito madrileño de Lavapiés la conversión en partido de aquel movimiento ciudadano que hundía sus raíces en el 15M. Los bandos en liza están cada día más definidos, los pragmáticos o moderados y los críticos o esencialistas. Pero el futuro no está en juego, y la refundación que reclaman algunos críticos «no hace falta en absoluto», zanja el secretario de Organización, Sergi Pascual.

Falta saber si es una crisis de crecimiento o estructural, pero Podemos está en serios problemas en los que la dimisión de Juan Carlos Monedero actuó como catalizador. La dirección del partido trata de pasar la página de la renuncia del que fuera su número tres y proseguir con una campaña electoral que ha quedado tocada, aunque desde la dirección se traten de minimizar los daños. «Se ha magnificado la dimisión de Monedero» porque no hay «desunión», afirmó ayer Ariel Jerez, miembro del Consejo Ciudadano del partido. El responsable de Sociedad Civil, Rafael Mayoral, admitió a su vez que la renuncia ha dado pie a interpretaciones «llamativas», pero la realidad es que no es para tanto.

Jerez reconoce, no obstante, que el rápido crecimiento de la organización y la concentración de esfuerzos en la campaña, «el dogal de las urgencias electorales» que decía Monedero, «han postergado» debates pendientes. Podemos ha experimentado las dificultades que tiene pasar de la teoría de los libros y las asambleas a la práctica de la política cotidiana y la toma de decisiones. Es, admiten en la dirección del partido, como pasar de las musas al teatro.

El que fuera secretario de Programa y su adiós fue la personificación de ese conflicto. Decir que «no somos de izquierda ni de derecha», como repetía hasta hace unos meses Pablo Iglesias para situar la dialéctica entre los de arriba o los de abajo o entre lo nuevo y lo viejo sirve para el discurso, pero no es tan sencillo trasladarlo a un programa electoral o aplicarlo a la hora de adoptar decisiones políticas. Por ejemplo, en Andalucía y la investidura de Susana Díaz; desde la cúpula del partido hay una tendencia a facilitarla, pero que la líder en esa comunidad, Teresa Rodríguez, uno de los mejores exponentes de la línea crítica, no comparte en absoluto.

Uno de los debates más vivos entre los dirigentes es discernir si opta por una estrategia de corto plazo para ganar elecciones el 24 de mayo, para lo que la moderación es buena consejera, o pensar en el más largo plazo y poner sobre la mesa lo que hará Podemos cuando gane y tome el poder. Íñigo Errejón, como expresión del posibilismo pragmático del partido, se inclina, al parecer con la anuencia de Pablo Iglesias, por la primera; mientras que el sector crítico aboga por la segunda, como también lo hacía el dimitido Monedero, pese a ser, en teoría, del círculo oficialista.

«Si caemos en el reformismo no vamos a acabar con la casta. No vale todo para ganar y las expectativas están disminuyendo», advirtió hace unos días, Jaime Pastor, uno de los fundadores de Podemos y alineado con la línea crítica de la extinta Izquierda Anticapitalista, que teme que el partido se convierta en «una máquina electoral» como reprochan a los partidos tradicionales.

Pero Iglesias y su entorno han hecho de las elecciones del 24 de mayo una apuesta estratégica porque aducen que es el mejor banco de pruebas para las generales de fin de año, su gran objetivo. Para los comicios de dentro de tres semanas abogan por una oferta, que aún no se conoce, pero que estará basada en la «centralidad» entendida como un planteamiento transversal, no como una ubicación política de centro, según explican desde la dirección del partido. Un planteamiento que no gustaba a Monedero y tampoco agrada al sector crítico.

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