Diario de León
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

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Nuria Vega | Madrid
León

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Si no pretendía buscar culpables, no lo pareció. El presidente del Gobierno cargó el peso de la responsabilidad por el 24-M en el PP. La dirección del partido pagó esta semana las últimas frustraciones electorales de Mariano Rajoy que, férreo defensor de la gestión llevada a cabo desde la Moncloa y los Ministerios, ha decidido retocar la cúpula del partido, a la que considera su talón de Aquiles en la pugna por conseguir la mayoría suficiente que le permita seguir gobernando.

A pesar de que las decisiones «duras» adoptadas para hacer frente a la crisis son, según el jefe del Ejecutivo, la principal causa de la decepción y el hartazgo de los ciudadanos, y que todas ellas fueron adoptadas por el Gobierno, Rajoy deja entrever con sus movimientos que es el PP el que falla y ha fallado en estos años.

Está absolutamente convencido de que el Ejecutivo ha hecho lo que debía hacer y esa es su principal reivindicación. Nunca cederá en el convencimiento de que su equipo gubernamental «ha acertado en lo fundamental» y ha hecho «lo importante».

Mejor no tocar

Uno de sus colaboradores lo sostenía el pasado jueves en términos generales: «El Gobierno funciona muy bien; lo que funciona, no se toca».

En el diagnóstico del presidente las lagunas están ubicadas en el partido, que en estos años no habría sabido explicar ni transmitir lo que se gestaba en el Ejecutivo.

La «comunicación» fue, de hecho, el principal problema que detectó en público el día después del batacazo de los resultados en los comicios del 24 de mayo. Carlos Floriano le había regalado ya en la precampaña la frase del reconocimiento de un error: «Nos ha faltado darle un poco de piel a cada cifra positiva». Así que el ahora ex vicesecretario de Organización y ex director de campaña ha terminado por convertirse en la víctima fácil. Castigado tras el retroceso en las urnas, pasará el último tramo de la legislatura en el grupo parlamentario como portavoz adjunto.

Él ha sido, sin embargo, el guardián y el rostro del PP en los últimos meses, con María Dolores de Cospedal desaparecida, sin apenas comparecer en la sede, y más centrada tanto en el Gobierno de Castilla-La Mancha como en su propia campaña electoral, tras la que no ha podido conservar el Ejecutivo regional. Dirigentes populares lamentan desde hace meses el papel jugado por Cospedal y la «falta de dirección» en el PP.

Aun cuestionada por su manera titubeante de reaccionar ante los casos de corrupción, especialmente el del ex tesorero Luis Bárcenas, Rajoy ha mostrado en todo momento a Cospedal su agradecimiento por lidiar con «situaciones muy complejas». Eso ha sido así hasta el jueves, cuando ni tan siquiera nombró a su mano derecha.

La mantiene como secretaria general, pero en la práctica desdibuja su rol y vacía de poder sus funciones. Ha redefinido su núcleo duro formado por su jefe de gabinete y nuevo hombre fuerte y director de la campaña, Jorge Moragas, por el vicesecretario de Política Autonómica y Local, Javier Arenas, y ahora con la colaboración de Pablo Casado en las funciones de portavoz. Fuentes del PP apuntan que el presidente ha diseñado más que una dirección de partido, un amplio comité de campaña para llegar como candidato a las generales. Un comité hecho a su medida en el que él se pone a la cabeza para dirigir la formación y coordinarla con el Gobierno una legislatura después de haber relegado por completo sus funciones de líder del PP. A pocos meses para la convocatoria de las elecciones, la Moncloa se desplaza a la calle Génova, los esfuerzos se centran en un partido en precampaña cuando poco queda por hacer desde el Ejecutivo.

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