El rey dispensa un trato gélido a Mas

Felipe VI mostró una inusual frialdad en la audiencia que concedió ayer en el palacio de la Zarzuela al presidente de la Generalitat de Cataluña. El rey derrochó corrección y ahorró cordialidad en los prolegómenos del encuentro a puerta cerrada. Las bromas previas de Artur Mas para distender el ambiente -«vengo en son de paz», dijo- no surtieron efecto y al jefe del Estado no se le escapó ni un gesto de afecto, al revés que al gobernante catalán, todo sonrisas.

Aunque desde la delegación que acompañó a Mas a la Zarzuela para su primera audiencia con Felipe VI quisieron poner en valor que la casi hora y media de conversación demostraba que no era una cita protocolaria más, lo cierto es que duró igual o menos que las que ha mantenido esta semana con otros presidentes autonómicos. El extremeño Guillermo Fernández Vara, al que el rey recibió con un «presidente, ¿cómo estás?, me alegro de verte», estuvo una hora y 40 minutos, mientras que con el castellano-manchego Emiliano García-Page departió durante casi dos horas.

La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría subrayó que, para el Estado, Mas es un presidente como otro cualquiera a pesar del desafío independentista que ha planteado. La reunión, subrayó, ha servido «para recordar dónde está cada uno y cuál es el papel de cada uno, y el del señor Mas es el de un presidente de una comunidad». La propia Casa del Rey señaló en su página web que el encuentro se inscribía «en el marco de los habituales contactos del Jefe del Estado con los responsables de las Administraciones, líderes políticos y personalidades de la sociedad española». Mas es el noveno presidente autonómico que pasa por la Zarzuela.

El presidente catalán tiene una buena relación institucional con el jefe del Estado, que en su año largo de reinado ha visitado Cataluña en once ocasiones, y se han visto media docena de veces. También coincidieron en los tensos momentos de la final de la Copa del Rey de fútbol, en la que hubo un monumental abucheo al himno nacional, ante el que Mas no pudo reprimir una media sonrisa que contrastó con la seriedad de Felipe VI.

El presidente catalán llegó con un cuarto de adelanto a la cita de las doce del mediodía. Desde un principio intentó relajar el clima y respondió sonriente «no comment» cuando fue preguntado si la próxima vez esperaba ser recibido en la Zarzuela como jefe de Estado extranjero. «Vengo en son de paz», apostilló entre risas. En ese momento entró en el salón Felipe VI y se acabó el jolgorio.

Como es habitual, ni la Casa del Rey ni la Generalitat informaron de lo tratado.

Tampoco contribuyó a suavizar las aristas las palabras de Francesc Homs, consejero de Presidencia y mano derecha de Mas, quien dos horas antes del encuentro hizo una analogía entre la legalidad franquista y la actual en lo que a Cataluña se refiere. Los catalanes, advirtió, no pueden asumir que en el proceso de transición hacia la independencia «la legalidad sea la de otros», tiene que prevalecer «la legalidad catalana». Homs se mostró convencido de que al igual que «en la época de Franco también había legalidad» y no fue capaz de constreñir las aspiraciones de Cataluña, ahora el marco legal con el Gobierno de Rajoy tampoco lo hará. Si el Estado, prosiguió Homs, «no se aviene a ninguna negociación» después de la proclamación de la independencia «no nos quedaremos sentados a esperar».