Diario de León

Artur Mas consigue el acuerdo para la lista unitaria en las elecciones del 27-S

Su propuesta confirma la fortaleza de Convergència y el retroceso de Esquerra.

El presidente catalán consigue la lista unitaria.

El presidente catalán consigue la lista unitaria.

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RAMÓN GORRIARÁN | MADRID
León

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Cuando muchos ya se relamían ante la idea de ver la esquela política de Artur Mas, el presidente catalán se sacó de nuevo un as de la manga. El cadáver, como otras veces, no era tal y el líder de Convergència volvió a recuperar protagonismo con el acuerdo de la lista unitaria del independentismo para las elecciones del 27-S.

Aunque fuera un plan delirante, todo apuntaba a que la lista común sin políticos iba a salir adelante. Tenía el apoyo de Esquerra, la CUP, y las organizaciones civiles, es decir todo el soberanismo menos Convergència. Pero Mas tenía la llave y la usó. Primero, disuadió a los promotores de la idea, la Asamblea Nacional Catalana, Ómnium Cultural y la Asociación de Municipios para la Independencia, de que era un planteamiento absurdo. Con esa rectificación en el bolsillo, citó a Esquerra y la CUP en el Palau de la Generalitat. El republicano Oriol Junqueras cedió a las primeras de cambio; no así los representantes de la CUP, que se quedaron fuera del acuerdo de la candidatura mixta de independientes y políticos.

Mas, cuando su naufragio parecían inminentes, se hizo con el timón, corrigió el rumbo y capitanea de nuevo el proceso. No es la primera vez que da un golpe de mano a última hora. El 12 de diciembre de 2013 sorprendió a propios y extraños al convocar la consulta sobre el derecho a decidir y lo hizo con una doble pregunta para asegurarse el apoyo de su todavía socio, Unió, e Iniciativa. Ya habría tiempo para desprenderse de ellos. Esquerra, la CUP y las entidades civiles protestaron porque querían una pregunta a la escocesa, concisa y sin recovecos, pero desistieron ante la estrategia de hechos consumados.

El Gobierno de Mariano Rajoy trató de cegar el referéndum en el Constitucional. Mas retiró de la mesa el planteamiento plebiscitario para proponer un ‘proceso participativo’ en el que la Generalitat, en teoría, no intervendría. El movimiento cogió a contrapié a la Moncloa, pero también al soberanismo que exigió no acatar la decisión del Constitucional y que se convocaran elecciones anticipadas. Acabaron por sumarse a la propuesta del ‘president’ y apoyaron con entusiasmo la consulta del 9-N, ante la que el Ejecutivo central reaccionó a posteriori .

El jefe de la Generalitat se sentía fuerte y el 14 de enero pasado subió el listón. Anunció elecciones anticipadas para el 27 de septiembre, un disfraz para celebrar el referéndum soberanista vetado por el Constitucional a instancias de Rajoy. Para que no hubiera dudas sobre el carácter plebiscitario de la votación, apostó por una sola candidatura comprometida con la hoja de ruta que Mas y Junqueras firmaron el 30 de marzo.

Ahí vino el desbarajuste general. Esquerra y la CUP dijeron no a la lista unitaria y sí al calendario; Unió Democrática dijo no a la hoja de ruta y a la candidatura; y la ANC y Ómnium aceptaron la agenda y la lista común, pero si no incluía a líderes políticos. Hasta que Mas dio el puñetazo en la mesa este lunes.

El presidente catalán llevaba las mejores cartas, las jugó y ganó. Sabía que las encuestas solo daban posibilidad de una victoria concluyente el 27-S a la lista unitaria, sabía que Esquerra pasaba por un bache electoral, como se vio en las municipales del 24 de mayo, y sabía que las organizaciones civiles por muchos motivos, entre ellos el económico y la afinidad política, se plegarían a sus planes. Y sabía, sobre todo, que para sacar al independentismo de su depresión -son más los catalanes contrarios a la secesión que los partidarios- se necesitaba un reto del calado de otro desafío al Estado. Solo así se volverían a apretar las filas.

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