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Artur Mas y Mariano Rajoy se condenan a la confrontación tras el 27-S

El presidente del Gobierno no tiene un plan en caso de que el catalán gane los comicios.

Rajoy tendrá que hacer frente a la posible crisis territorial.

Publicado por
ALFONSO TORICES | madrid
León

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Las estrategias de Artur Mas y Mariano Rajoy condenan a ambos, y de paso a las instituciones autonómicas catalanas y a las del Estado, a la confrontación abierta tras los comicios del 27 de septiembre.

Ni el bloque político independentista catalán, en el que se integra como uno de sus responsables el líder de Convergencia y actual presidente de la Generalitat, ni el presidente del Gobierno tienen plan B alguno para el caso muy posible de que la plataforma de Mas, Esquerra y las organizaciones sociales secesionistas ganen los comicios del 27-S y pongan en marcha, como ya han pactado, un escenario de abierto desafío al Estado y a la Constitución, con la apertura oficial del camino a la ruptura con España, lo que inevitablemente conduciría al choque de trenes.

Mas y sus socios han dejado claro esta semana que para ellos las elecciones autonómicas serán el equivalente al plebiscito de autodeterminación que el Gobierno y Tribunal Constitucional no le permitieron celebrar el 9 de noviembre y que si logran la simple mayoría absoluta la primera decisión del nuevo Parlament, tras su constitución y la formación de un Gobierno de concentración independentista, será la aprobación de una declaración «solemne» de inicio del proceso de secesión y su comunicación al Gobierno, a la Unión Europea y a la ONU.

El presidente de la Generalitat, varios de sus consejeros, los líderes de Esquerra y el número uno de su plataforma electoral, Raül Romeva, han reiterado que esta vez «ya no hay marcha atrás», que van «en serio y a por todas» y que «el modelo autonómico de relación entre España y Cataluña está agotado», porque ha conducido a un callejón sin salida. Ya no queda nada más que negociar con el Estado, argumentan, porque eso es lo que intentaron desde 2006, con la elaboración del Estatut que mutiló el Constitucional después de estar ya refrendado por los catalanes. Por lo tanto, su victoria en el plebiscito, insisten, conduciría a la proclamación de la independencia en ocho meses y a la constitución de un estado propio en dieciocho. La victoria que activaría esta inédita crisis territorial es factible porque Mas y los independentistas se han puesto el listón muy bajo, la mitad más uno del Parlament. Convergencia y Esquerra, que para esta cuenta también incluyen lo que saque la CUP, la otra lista secesionista, se pueden permitir el lujo de perder incluso seis escaños de los que hoy tienen las tres formaciones, lo que supone caer ocho puntos de intención de voto.