Diario de León

Trashumantes sin título

Los últimos ganaderos que suben a pie a los puertos con cerca de 43.000 merinas reivindican el reconocimiento y apoyo oficial por su labor medioambiental, de contención de la despoblación rural y prevención de incendios forestales.

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ANA GAITERO | LEÓN
León

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Carecen de título oficial de trashumantes pero son los únicos que conducen a pie a sus rebaños desde las riberas a la montaña, como lo hicieron durante siglos sus antepasados entre León y Extremadura, marcando cañadas, cordeles y veredas que hoy se borran por el abandono y la falta de protección eficaz.

Son medio centenar de ganaderos y la mayoría llevan en sus genes la trashumancia. Sus padres fueron los primeros en cambiar la trashumancia a las dehesas de Extremadura por las riberas leonesas. Caminan con sus ovejas más de cien kilómetros para llegar a la montaña y otros tantos o más para retornar en el otoño.

Pero no tienen el título de trashumantes. La Junta no les quiere reconocer oficialmente y hace unos años inventó el término de «trasterminantes» para designar a los ganaderos que hacen la rotación estacional de pastos dentro de los límites de la provincia. Trasterminante no existe en el diccionario.

No entrar en esta categoría no es sólo cuestión de nobleza. Ellos se consideran trashumantes por los cuatro costados y no les hacen falta títulos oficiales.

Es una cuestión de supervivencia. El título estará ligado en el futuro a las ayudas a las explotaciones ganaderas. Por eso los ganaderos leoneses pelean por su inclusión en el registro de explotaciones ganaderas tashumantes. Consideran que 75 kilómetros a pie es suficiente para acreditar su movilidad efectiva y no los 200 kilómetros que se apunta en el borrador de la nueva orden para censar las explotaciones ganaderas que prepara la Dirección General de Producción Agropecuaria y Desarrollo Rural para censar las explotaciones trashumantes.

Las alegaciones rechazan cagtegóricamente estas condiciones. El sector ha hecho piña y sindicatos agrarios y asociaciones ganaderas proponen una redacción alternativa: «Que el movimiento estacional en trsahumancia se realice con una distancia entre el punto de origen y el de destino de al menos 75 kilómetros».

En el caso de que la distancia sea inferior «será necesario que el cambio de pastos se realice en un gradiente latitudinario medio de al menos 500 metros de diferencia de altura». El elemento de altitud no es baladí. «Es uno de los condicionantes de la clasificación de movimiento trashumante porque es uno de los principales aspectos que determina un cambio en el tipo de pastoreo», subraya la Asociación Ibérica de Pastores Trashumantes.

El condicionante de la altitud es uno de los que recoge el Libro Blanco de la Trashumancia elaborado por el Magrama con expertos, técnicos y representantes del sector, entre ellos ganaeros leoneses como Rubén Valín y Agustín Suárez Franco. «El desplazamiento de los ganados presenta numerosas variantes, tanto en la modalidadaltitudinal (trashumancia corta) como en la latitudinal (trashumancia media y larga)», apunta el documento al hablar del concepto de trashumancia.

La Montaña de León es la cabecera de tres de las cañadas más largas de la Mesta que forman en sus inicios una compleja red con comunicaciones entre los valles. Sus puertos han sido aprovechados desde épocas remotas por ovejas merinas trashumantes como pasto estival. Han sido modelados por el diente de la oveja.

Este verano cerca de 43.000 ovejas llegaron andando a los puertos pirenaicos leoneses. Otras 4.000 fueron trasladadas en camiones hasta las majadas desde Extremadura. Oficialmente son los únicos rebaños trashumantes.

La ganadería extensiva de ovino y caprino, basada en el movimiento estacional de pastos, ha descendido un 24% en los últimos 20 años, según la Asociación Ibérica de Pastores Trashumantes. Pero el dato es demoledor si se focaliza solo en el ovino y caprino: un 80% menos en dos décadas. «La ganadería tradicional trashumante se encuentra en una situación de abandono y sin relevo generacional», denuncia Rubén Valín, secretario de este colectivo que agrupa a ganaderos de todo el país.

En León ha sido desplazada de los puertos de alta montaña por el bovino y equino, especialmente en las zonas central y oriental de la provincia. Prueba de ello es que el número de vacas que trashuman entre León y Extremadura y entre León y Asturias, casi triplican al número de ovejas. Este año, la Junta de Castilla y León tiene registradas 3.847 ovejas procedentes de tres rebaños de Extremadura y un total de 12.689 cabezas de bovino procedentes de Asturias, Cantabria y Extremadura.

A esta creciente cabaña vacuna que viene a pastar a los puertos leoneses desde otras comunidades autónomas hay que sumar las que se mueven sin traspasar los límites provinciales practicando este sistema de ganadería extensiva, un total de 6.565 cabezas y 4.280 de ganado equino que también se desplaza sin traspasar las fronteras provinciales.

Las ganaderías trashumantes de ovejas se han visto castigadas en los últimos años por una Política Agraria Común (PAC) que concede las ayudas no en función de la carga ganadera, sino de las hectáreas de terreno. Los ganaderos han sufrido al menos tres revisiones de estas superficies y en cada una de ellas han perdido superficie productiva susceptible de ayuda.

Los puertos leoneses, considerados entre los más ricos, no tienen apenas valor productivo.La Asociación de Pastores Trashumanes ha peleado por una medida agroambiental para la ganadería trashumante que da importancia a los servicios ambientales, el desarrollo rural y la conservación de vías pecuarias que supone el movimiento estacional de los rebaños de ovejas y cabras.

Entre los beneficios de la trashumancia destacan el aprovechamiento de las tierras marginales, de subproductos agrarios de difícil eliminación, la renovación de pastos y su preservación en buen estado, el ahorro en piensos, fertilizantes y pesticidas, la prevención del despoblamiento rural y la contribución a la ordenación del territorio.

El Libro Blanco de la Trashumancia recoge otras ventajas del pastoreo, que se remonta a época prehistórica, como la lucha contra la desertificación a través de la prevención de incendios forestales, la protección del suelo contra la erosión y la regulación de recursos hídricos por la mejora de la calidad del suelo.

Los beneficiarios de la ayuda agroambiental que reclaman tendrían que tener en regla cartilla ganadera, licencia de pastos y un cuaderno de explotación actualizado que acredite la práctica de la gestión tradicional de pastos con desplazamieno estacional de ganado con el mismo número de animales durante cinco años consecutivos.

Cada kilómetro recorrido supondría un incentivo a la prima básica. A los pastores se les exigirá que sus cabañas permanezcan fuera de la explotación de origen al menos cuatro meses, a contar desde junio, así como el traslado a un distancia mínima de 75 kilómetros o cambiar de pastos en un grado latitudinario medio de al menos 500 metros.

Otro requisito sería reducir la carga ganadera en la explotación de origen al menos un 25% durante el período que dura el aprovechamiento de pastos fuera de la explotación y no mantener el ganado en la superficie liberada de la finca de origen entre esas fechas.

El mantenimiento de razas autóctonas es otro de los incentivos de la propuesta de prima agroambiental. Los ganaderos tienen que comprometerse a realizar la fertilización orgánica de 30 t./250 hectáreas en la explotación de destino y mantener una carga ganadera en la misma que no supere 1,4 U.G.M./ha. respecto a las cargas establecidas.

El futuro del movimiento pastoril depende en gran medida de que los gobiernos sean «más conscientes de los beneficios asociados es probable que se provean de servicios sociales a las comunidades pastoriles con más facilidad», apunta el Libro Blanco de la Trashumancia.

El incentivo agroambiental que piden los pastores trashumantes está recogido en el documento de consenso, que espera que los gobiernos tomen la iniciativa para favorecer y no para margnizar aún más a la ganadería trashumante de diente pequeño, ovejas y cabras. «En Europa, con una conciencia cada vez mayor de los perjuicios ambientales de la intensificación agrícola y ganadera, es de esperar que seamos pioneros en el pago de servicios ambientales y que se recuperen sistemas de explotación altamente extensivos que ya se creían desaparecidos para siempre», subraya.

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