Mas ordena cerrar filas y niega que haya crisis en Convergència

Convergència Democrática y el Gobierno catalán no afrontan con el clima idóneo la semana previa a la primera sesión de investidura, que salvo sorpresa mayúscula acabará sin acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP para que Artur Mas sea el presidente de la Generalitat que pilote la fase final del proceso soberanista. Pero el líder del partido y jefe del Ejecutivo catalán ordenó cerrar filas, abortar todas las críticas internas y negar las desavenencias.

La filtración la semana pasada de una acalorada discusión entre un grupo de consejeros críticos con el acuerdo con la izquierda radical y el propio Artur Mas durante la reunión del Gobierno autonómico, ha levantado ampollas y Mas, a través de su consejero de la Presidencia, llamó ayer a todo el mundo al orden. Francesc Homs hizo una advertencia interna y anunció una especie de campaña de caza de brujas en el Ejecutivo catalán. Si se descubriera al autor de la filtración, el presidente Mas «tendría que echarlo», lanzó como aviso, para que no haya más revelaciones a la prensa y para tratar de dar un toque de atención.

A pesar de que las discrepancias que han trascendido en los últimos días por parte de consejeros como Andreu Mas-Colell, Felip Puig, Santi Vila, Irene Rigau, Joan Jané o Germà Gordó son de calado, tanto Homs como la portavoz de Convergència, Marta Pascal, negaron no solo una crisis interna, sino que ni siquiera reconocieron la existencia de fisuras en el partido como consecuencia de las negociaciones con la CUP.

Convergència avaló por unanimidad seguir con la estrategia diseñada junto a la CUP y que se plasmó en la propuesta de resolución de la declaración de inicio del proceso hacia la independencia.