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Una jueza investiga a una posible agente que robó información de la Audiencia

Era traductora externa de la Policía y sustrajo información reservada de dos causas.

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Mateo Balín | Madrid
León

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Podría ser el relato de una novela del inglés John Le Carré, maestro del espionaje, pero los hechos son tan reales como preocupantes por los graves fallos de seguridad que ahora se conocen. El Juzgado de Instrucción número 49 de Madrid tiene abierta una causa contra una traductora externa empleada por la Policía Nacional por un delito de descubrimiento y revelación de secretos. Está imputada por robar documentos sobre causas de yihadismo seguidas en dos juzgados centrales de instrucción de la Audiencia Nacional.

La acusada trabajaba para la empresa Ofilingua S. L. y prestaba sus servicios a la Comisaría General de Información de la Policía Nacional cuando se produjo la sustracción de los papeles, en agosto de 2012. Estos documentos sustraídos de la sede policial formaban parte de dos diligencias previas abiertas meses antes en los juzgados de los magistrados Fernando Andreu y Pablo Ruz, que ya no está.

Se trataban de investigaciones sobre supuestas células yihadistas de propaganda, captación y facilitación asentadas en Ceuta y Melilla, cuya zona favorece que sus ciudadanos empleen mayoritariamente en sus comunicaciones el rifeño, un dialecto autóctono de la zona marroquí del Rif. De esta forma, las traducciones de las conversaciones registradas en las intervenciones telefónicas policiales eran eventualmente realizadas por la empresa Ofilingua, en la que trabajaba la imputada.

Los detalles

Los servicios de información de la Policía informaron al juez Andreu que la empleada extrajo «de forma subrepticia un pen-drive o dispositivo de almacenamiento USB del ordenador donde estaba trabajando en la comisaría, por lo que se le comunica que ese comportamiento no se adecua a las normas establecidas y ella, de forma voluntaria, entrega el soporte», según las diligencias judiciales del caso.

Cual es la sorpresa que el análisis forense determina que en ese dispositivo tenía 17 «archivos borrados recuperados», que contenían traducciones de las intervenciones telefónicas acordadas por los dos juzgados. Al conocer los hechos, el juez Andreu abrió una causa secreta y determinó que dicha información podría haber sido facilitada a personas relacionadas con organizaciones terrorista, por lo que se trataba de un delito competente de la Audiencia Nacional.

Para dilucidar esta cuestión se practicaron diligencias que concluyeron en febrero de 2014. Los investigadores determinaron que la imputada robó información reservada «de manera subrepticia, no solo en agosto de 2012 cuando fue descubierta con un USB con abundante contenido sensible».

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