Un hombre habituado a resistir
Los «líos» políticos han acompañado al presidente del Gobierno en funciones desde que en 2003 Aznar elevara su dedo para designarle sucesor como líder del PP. Problemas frente a los que Rajoy ha sabido resistir. Es un maestro de los tiempos. Poco importan los plasmas, la corrupción o las medidas impopulares. Él resiste.
«Vivo en el lío». Lo dijo un Mariano Rajoy recién llegado a la Moncloa en el año 2012, acosado por una prima de riesgo sin techo y por la presión de Bruselas para corregir el rumbo del país a base de tijeretazos. Pero el «lío» es algo que, de una manera u otra, siempre ha acompañado al presidente del PP en su andadura desde que en 2003 José María Aznar elevara su dedo para designarle sucesor como líder del partido.
Y frente al «lío», Rajoy resiste. En varios momentos políticos, en los que a punto estuvo de quedarse sin resuello, muchos en la formación pensaron que había llegado el momento de que el ‘señor de Pontevedra’, como se le describe, hiciera las maletas de vuelta a casa. Pero ni la debacle de 2004 después del 11-M, ni la crisis interna de liderazgo tras la segunda derrota ante José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, ni el balance de una legislatura de recortes salpicada por casos de corrupción, han menoscabado la determinación de un presidente que ha hecho de la paciencia, un arte y del silencio, materia prima para la proliferación de multitud de teorías sobre su personalidad.
De todas ellas, hay una que se lleva la palma: «Es un maestro de los tiempos». Poco importa si la designación de un candidato a las elecciones autonómicas o locales llegó demasiado tarde, si el jefe del Ejecutivo, ‘el del plasma’, decidió permanecer hermético ante las polémicas que iban brotando en el camino, o si optó por hacer oídos sordos ante el rumor que pedía la designación de un nuevo cabeza de cartel para estos comicios.
En el PP siempre hay un ‘marianista’, un leal que reconoce su virtud de saber «medir los tiempos».
Su supervivencia está elaborada a base de resistencia. Supo sacudirse con calma el ‘aznarismo’ y esperar hasta que los socialistas se ahogaron con las cifras económicas. Y es ese «aguante» el que impide a los populares pronosticar qué pasará a partir de ahora. En esta campaña, han cenado con su presidente tratando de mostrarse como el tipo «normal» que a él le gusta, dando una colleja a su hijo pequeño y confesando su vida personal a un Bertín Osborne fascinado ante el miedo a volar del jefe del Ejecutivo, su extraordinaria memoria de opositor o sus «argumentos y razones» a la hora de declararse a su esposa, Viri Fernández.
Pero también han tenido noches de desconcierto, como cuando, en la entrevista en La Sexta, Rajoy dejó en el aire su futuro político y no dio por sentado que dimitirá al frente del PP en caso de no poder gobernar.
«Aunque se produjera el hipotético caso —admitió—, no lo sé, francamente no lo sé, tendré que verlo en su momento».
La incertidumbre mantiene en vilo a los suyos. Quienes aparecen como sucesores en las quinielas, advierten de que nada está escrito y de que con el presidente nunca se sabe ni el quién ni el cuándo, a pesar de que venda como una virtud la «previsibilidad».
Pero lo cierto es que en los últimos doce meses han arreciado las voces que especulan sobre el ‘postmarianismo’, y eso, según algunas fuentes, demuestra que, con Rajoy, el PP ha tenido un gestor, pero pocas veces un líder.