Diario de León
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Sonia López | Madrid
León

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Esta era la noche para la que nacieron, su vocación no era ser un partido bisagra y Podemos quizá dé por cumplido su sueño con los 69 escaños que le han dado las urnas, que le convierten en la fuerza, aunque no la única, que puede determinar la política parlamentaria en la próxima legislatura.

«Podemos soñar, podemos vencer», les dijo Pablo Iglesias el 31 de enero a los cientos de miles de personas que secundaron la marcha del cambio en Madrid y coreaban «Sí se puede» y «tic, tac, tic, tac».

Finalmente la cuenta atrás ha terminado, el reloj ha marcado la hora del 20-D y lo que ha demostrado es que se puede llegar a ser la tercera fuerza política del país con sólo dos años de vida y convertirse en «palanca del cambio».

Y no es hazaña pequeña. No es ese reto que proclamaban, que era ganar al PP, lo que parece ser un desafío aún imposible para un partido recién nacido, pero sí puede cumplir ese objetivo de acercarse mucho al voto del PSOE.

No lo ha hecho en solitario, tenía el impulso de la herencia del 15-M y la ayuda de sus alianzas territoriales en Cataluña, Galicia y Valencia, como Iglesias se ha cuidado muy mucho de resaltar ante los medidos porque de no haber existido esas alianzas el resultado, sin duda, no habría sido el mismo.

Podemos y esas que llaman «fuerzas del cambio» han logrado 69 diputados, más del 20 por ciento de los votos y cinco millones de sufragios y es la primera fuerza en Cataluña y el País Vasco y la segunda en Madrid, Valencia, Navarra, Baleares y Galicia.

Lo que ha hecho Podemos es histórico, aseguran, pero si en una cosa se han equivocado es en que la partida no era entre «Rajoy y Pablo».

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