Diario de León

EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO. UN DATO QUE PUEDE DAR UN GIRO AL CASO

La defensa de Triana solicita considerar como falso el testimonio del policía jubilado

Pedro Mielgo niega por sorpresa que la voz que se escucha en la llamada de alerta al 112 fuera la suya. «La madre no tiró el bolso al garaje como dice la hija; yo la vi en todo momento y eso no es verdad». «Cuando cayó al suelo se puso a la altura de la cabeza y a pocos centímetros disparó tres veces más» .

El policía jubilado, Pedro Mielgo, que fue testigo de los disparos, y su esposa abandonan la Audiencia tras declarar en el tribunal.

El policía jubilado, Pedro Mielgo, que fue testigo de los disparos, y su esposa abandonan la Audiencia tras declarar en el tribunal.

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El relato de Pedro Mielgo, el policía jubilado cuya aportación resultó esencial para esclarecer el crimen, podría perder parte de su validez tras negar que fuera su voz la que se escuchaba en una grabación dando cuenta del crimen al 112. Su esposa y un policía local pusieron en duda su versión y lo identificaron como la persona que llamaba: «Dice la palabra momentico y él tiene mucha costumbre» explicó su mujer. «Mi voz es esa», dijo el policía tras reconocerse en la grabación «y el que estaba a mi lado en ese momento era el policía jubilado»

De ser cierto, perdería peso para la causa un testimonio muy firme que contraponer a la declaración de Triana. La joven sostiene que recogió tirado en un garaje el bolso con la pistola que acababa de abandonar su madre y que no habían establecido un plan para que se lo entregara. Mielgo estaba cerca de la madre en ese momento y dice que es falso. La defensa de la madre solicitó ayer que se dedujera testimonio de su intervención una vez que el policía jubilado negó. Si se acepta, será acusado de prestar falso testimonio.

Mielgo negó rotundamente por dos veces que la voz que se escuchaba en la grabación fuera la suya. «¿Alguien le ha llamado para decirle que cambie su testimonio? ¿Se ha reunido con alguna de las partes y le han aconsejado lo que debe de decir?», preguntó el letrado de la defensa de Montserrat y Triana. También lo negó. «Detrás de mí, una señora rubia ha dicho que la voz de la grabación era la de su marido».

Relato formidable

Así las cosas, el formidable y detallado relato que el antiguo agente de seguimientos de la Comisaría de Benidorm realizó ayer, podría perder buena parte de su validez a efectos probatorios. La defensa de madre e hija pretendía demostrar que existían contradicciones entre lo que se oye en la llamada y lo que Mielgo declaró a la juez, siempre con el objetivo de desacreditar su testimonio, por su valor en contra de las dos principales acusadas. Ahora el procedimiento da un giro radical y el jurado podría tener que basarse en otras pruebas, especialmente para incriminar a la hija.

El policía jubilado contó cómo después de que la asesina confesa realizara los disparos, a la altura del testigo se paró «pero luego siguió». La pasarela no es muy ancha» pasó a nuestro lado «y yo pensé por un momento que me iba a dar un tiro. Yo de paisano nunca he llevado arma. Mi mujer se asustó y yo la cogí del brazo para que no se moviera. Ella no tiró recto, giró en oblicuo y a los 20 metros le dije a mi mujer ‘la voy a seguir’. Mi esposa llamó al 112 y yo me puse detrás, a la derecha. Yo no la perdí de vista en la acera de La Condesa. Pero en Lucas de Tuy había tres contenedores y no se paró, miró hacia atrás a ver si la seguían. Siguió andando hasta Colón», declaró.

«No tiró nada al garaje»

Según su versión, no se paró en la rampa de un garaje de Lucas de Tuy, como afirmó Triana en la víspera. «No tiró nada, vi perfectamente que llevaba la mano metida en el bolso. Luego giró a la derecha y llegó a la Plaza de Colón. Salí corriendo para no perderla, pero se metió en algún sitio y la perdí en el pasadizo. Como no la vi, me fui a Roa de la Vega».

«Cuando volví a encontrarla giró a Gran Vía de San Marcos y en la esquina nos dimos de frente. Ya no venía vestida igual, ya no había gorra, ni gafas ni el bolso de bandolera negro ni la parka. Y traía una cazadora clarita que le llegaba por la cintura. Los zapatos eran los mismos y en la mano derecha llevaba la parka y la gorra de tela negra. Se quedó un poco sorprendida y parada. Me miró fijamente. Vi un coche de patrulla y les mandé parar. Al volverme, ella había desaparecido y en el chaflán había un señor sentado y me hizo señales hacia un vehículo. Estaba intentando esconder debajo del asiento la parka y la gorra. Entonces dije a los policías que la que había disparado en la pasarela era la que estaba sentada en el coche. Luego llegó una chica joven y pregunto: ‘¿Que está pasando? Esta es mi madre’. Y la Policía Local las cogió y las metió en el furgón. La chica joven y su madre venía hacia nosotros».

Ellas, impasibles

Montserrat y Triana asistieron impasibles a esta parte del relato y con la vista al frente, sin mirar al testigo. Raquel Gago, a diferencia de otros días, sí que siguió con la mirada el relato del testigo.

El antiguo policía reconoció el bolso que se le exhibió a petición del fiscal como el que llevaba la mujer que seguía a Carrasco. «No nos miró la primera vez, pero mi mujer pensó que era la escolta porque iba muy pegada a ella». Veinte pasos después sonó «como un petardo» y vieron «a la señora rubía caer «como si estuviese rígida, no de golpe. Y ya en el suelo, la que estaba detrás dio dos pasos, se puso a la altura de la cabeza y a pocos centímetros disparó tres veces más. Se levantó, mordió el pañuelo con los dientes. Sólo se le veía la nariz y el mentón y algo del pelo».

«Luego se levantó, metió la bolsa en el bolso y se dio media vuelta. Vino hacia nosotros. Yo veía la culata de la pistola, era negra. Supe que era un revólver porque las pistolas la tienen de color madera. Andaba de prisa, la mirada al frente y no torció la cabeza».

Insistió el policía en que faltaba el bolso con la pistola: «Hice el recorrido inverso a ellas buscando por las papeleras, debajo de los coches, en las alcantarillas y demás. Luego cuando volví ya había cuatro coches de Policia Nacional y les advertí que faltaba el bolso. Había dentro de la plaza dos o tres contenedores de basura y miramos allí y en las rampas de los garajes, pero no vimos nada».

Triana estaba «alterada como si hubiera venido un poco deprisa». No quiso aventurar si otra persona con menos conocimientos hubiera hecho un seguimiento similar».

A preguntas de la defensa reconoció que no había mirado el reloj para cerciorarse de la hora «pero sí que en el momento en que se produjeron los disparos, mi mujer llamó al 112». El seto que saltó Montserrat «hoy está vallado, pero entonces no».

«No la perdí de vista»

El agente retirado se declaró seguro de no haber perdido de vista a la sospechosa: «Los contenedores que están al lado de La Alborada ahora están a la derecha pero aquel día estaban en la izquierda. Nada me cortó la visión. No la vi entera pero sí le veía la cabeza». A preguntas del abogado reconoció que en ese momento no vio lo que estaba haciendo con las manos». El letrado trató de hacerle ver la imposibilidad de controlar lo que hacía con la mano derecha: «Yo lo vi perfectamente».

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