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Pujol declara que está «al margen» de los negocios de su hijo mayor

El ex presidente de la Generalitat se aferra a la herencia recibida de su padre Florenci.

El ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y su esposa, detrás, Marta Ferrusola, cerca de la sede de la Audiencia Nacional. e. naranjo

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León

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mateo balín | madrid

«Tras su declaración nada hay que ensombrezca su posición procesal y la figura del ex presidente». La defensa de Jordi Pujol i Soley salió ayer exultante tras pasar el Rubicón que supone sentarse frente a un juez en calidad de investigado. Un trance agravado cuando se trata de la Audiencia Nacional y peor aún cuando se interroga por un delito continuado de blanqueo de capitales que salpica por el momento a la mujer y a tres de sus siete hijos.

Acompañado de su esposa Marta Ferrusola, que se acogió a su derecho a no declarar, el fundador de Convergència que gobernó la Generalitat durante 23 años (1980-2003) se aferró a la versión de que la fortuna oculta en Andorra durante tres décadas procedía de la herencia de su padre, Florenci Pujol, según fuentes jurídicas presentes en el interrogatorio, que se extendió durante tres horas y media con un receso para «descansar».

A sus 85 años, Pujol se tomó su tiempo para explicarle al juez José de la Mata lo que ya detalló en el juzgado de Barcelona que abrió la causa y en el Parlamento catalán. Cuando su padre falleció en 1980 heredó 140 millones de pesetas para «proteger» a la familia en un momento político «delicado», ya que ese mismo año accedió a la Presidencia de la Generalitat. Ese dinero se multiplicó como los panes y los peces en la siguiente década hasta alcanzar los 500 millones de pesetas. El hacedor de estas exponenciales ganancias fue un «gestor bancario» que reinvertía en Andorra mientras él se dedicaba a gobernar Cataluña. Sobre esta gestión no presentó documentación ni extractos bancarios, sólo su palabra.

Los fiscales Fernando Bermejo y Belén Suárez contraatacaron con la sospecha de que el dinero del legado era en realidad una donación de 200 millones de pesetas que hizo de acciones de Banca Catalana a una fundación, pero el acusado respondió que «no». Otro rotundo no salió de su boca cuando los acusadores públicos le cuestionaron si la sociedad de su mujer, Hidroplan, asesoró alguna vez a la Generalitat siendo él presidente.

El interrogatorio subió varios grados cuando salió a la palestra la figura del primogénito de los Pujol Ferrusola. Según el padre, no sería hasta principios de los noventa cuando la familia acordó que Jordi fuera quien administrara las finanzas familiares. A partir de entonces se hizo el silencio sobre cómo de bien trabajó ‘Junior’ para incrementar la fortuna. «Ignoro cualquier detalle sobre lo que hiciera mi hijo a posteriori. Estoy al margen de sus negocios», declaró ayer el ex presidente a preguntas del juez, según fuentes presentes en la sala.

La estrategia del dirigente de CIU y la del resto de sus hijos investigados, José y Pere, o antes Mireia y Marta, ha sido endosar al primogénito el control absoluto de las finanzas. Una manera de derivar la responsabilidad en una sola persona, que, visto lo visto hasta la fecha, no parece descabellada.

Éste dispone de documentación para justificar la multiplicación de los bienes, está por ver si todas las operaciones, y ningún testimonio en contra que sustente los indicios que tiene Anticorrupción o el juez De la Mata: que supuestamente recibía comisiones ilegales de empresas que contrataban con la Generalitat. Es más, un constructor que declaró el martes admitió que le pagó 400.000 euros por su intermediación «legal» en un proyecto de casas de lujo en Ibiza.

Para anticiparse a los acontecimientos, el propio Jordi Pujol Ferrusola, de 57 años, declarará hoy como investigado a petición propia.

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