Rajoy pide mesura ante los casos de corrupción
Se multiplica el enfado en el partido y Casado afirma estar «hasta las narices» .
nuria vega | madrid
Dos horas antes de que ayer arrancara el Comité Ejecutivo Nacional del PP, la Guardia Civil procedía a registrar el domicilio del ex vicealcalde valenciano, Alfonso Grau, por un supuesto delito de cohecho. Las cinco horas de inspección apenas parecieron hacer mella en el discurso que el presidente del partido, Mariano Rajoy, había preparado para la cita. Los asistentes al encuentro relataron que no se había producido ni una referencia a lo que ocurría en Valencia, y que el líder de los populares había combinado los habituales mensajes genéricos de contundencia frente a los escándalos con una llamada a no dejarse llevar por la «histeria». Pero el enfado por la corrupción crece en la cúpula. «Estamos hasta las narices», sentenció el portavoz, Pablo Casado.
La suya no es la primera voz que se alza en público desde la dirección. El pasado 12 de febrero, el vicesecretario Sectorial, Javier Maroto, recogió el hartazgo que se extiende en las filas populares y apostó por llevar a cabo una «purga», se lleve a quien se lleve por delante. «Hago mías esas declaraciones», advertía Casado sin matices.
Ambos representan a los sectores más jóvenes del Partido Popular. Una generación que insiste en desmarcarse de nombres como el del ex tesorero Luis Bárcenas o Rita Barberá, y que advierte de que nada tiene que ver con los imputados que tras décadas de gestión se han visto inmersos en distintos escándalos. «Llevo cuatro años hablando demasiadas veces de prácticas corruptas de algún compañero de partido -estalló Pablo Casado en su comparecencia tras la reunión-, y no es que me parezca vomitivo y abominable, es que me siento perjudicado por gente que ni conocíamos».
En las comunidades autónomas los populares comparten esta visión. Algunas voces, llamadas a ser las nuevas caras de la formación, se confiesan desesperanzadas y sin ganas de continuar, a medio camino entre un PP que no termina de nacer y otro que se resiste a salir. Y aunque el partido se ha convertido en un hervidero, son pocos los que se atreven a hablar en público y a transmitir a Rajoy sus impresiones.
Libro blanco de Margallo
De hecho, al margen del presidente y su secretaria general, nadie intervino ayer en la reunión del comité. Tan sólo tomó la palabra Cristina Cifuentes una vez aprobada la gestora que presidirá y administrará el PP de Madrid tras la dimisión de Esperanza Aguirre. Ya en las puertas de la sede, al término de la reunión, el ministro de Exteriores recuperó su idea de crear un grupo de sabios para elaborar un libro blanco sobre cómo hacer frente a la corrupción. «Probablemente, habría que establecer órganos internos en los partidos que puedan escrutar las cuentas e investigar a los que tenemos responsabilidad», propuso José Manuel García-Margallo, acostumbrado a ser un verso libre en el PP.
Fuentes de la cúpula también se mostraron partidarias de «limitar mandatos» y señalar la puerta de salida a quienes tras «30 años» en la formación puedan tener alguna responsabilidad política que asumir. Es el caso de Rita Barberá, ex alcaldesa valenciana, reacia a abandonar su escaño en el Senado pese a que su grupo municipal y su número dos están siendo investigados. «Que cada uno haga un ejercicio de reflexión y vea si aporta o no a este partido -instó Casado-; con todos mis respetos, hay vida fuera de la política».
Cargos intermedios del PP recuerdan, sin embargo, que Rajoy, con tan sólo una llamada, puede acabar con la resistencia de Barberá. Pero el discurso del jefe del Ejecutivo avanza en otra dirección. Aunque asume que la corrupción es «letal», el presidente reclama serenidad para no actuar en caliente y alerta sobre el PSOE que, a su juicio, trata de utilizar los escándalos para «sepultar todo lo bueno que ha hecho el PP».