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De la quiebra a la resurrección

Transición empresarial y periodística 3/7.

Los siete últimos directores de Diario de León celebran el 110 aniversario del periódico con un relato de sus expertiencias desde primera línea de la información. La de José Luis Rodríguez fue corta, pero extraordinariamente intensa.

Servando Torío y José Luis Rodríguez, con los reyes en San Marcos. DL

Publicado por
José Luis Rodríguez García Director de 1984 a 1985
León

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Ahora que tanto se habla de turbulencias, sin duda los míos fueron tiempos de cambio al frente de la empresa editora del DIARIO DE LEÓN y poco más tarde como director del periódico del mismo nombre y de las emisoras Antena 3 y Radio 80, participadas por DL. También como último director de La Hora leonesa, el periódico de la antigua Cadena de Medios del Movimiento Nacional, que fue comprado en subasta pública convocada por el primer gobierno socialista de Felipe González.

Doloroso tiempo de cambio

Llegué a DIARIO DE LEÓN poco después de haber cumplido yo treinta años de edad, procedente de la Federación Leonesa de Empresarios, en la que había sido director de Comunicación y secretario general de la Asociación de Minería de Antracita. Aterricé con más ilusión y voluntad que conocimientos. Pronto fui enterándome del alcance de la situación agónica de la empresa, del desarme del periódico y de la desmotivación de sus profesionales. Fue como para echar a correr, pero mi juventud y mi carácter, desde luego ayudado  los esenciales esfuerzos de varios de los accionistas, una redacción y un equipo de administración reanimados y muy importante, un último esfuerzo de nuestro principal acreedor financiero, Cajaleón, contribuyeron a salir de la quiebra técnica y a encarar la resurrección de la empresa. 

Desde luego, la reestructuración fue dolorosa: tuvimos que prescindir de repartidores y conductores que habían trabajado en el periódico durante décadas para externalizar y abaratar esas funciones; sustituir a los jefes de redacción, administración y publicidad, porque entendíamos que era necesario para darle un vuelco a los contenidos del periódico, para un mayor control de la gestión y para hacer una venta y un márketing más agresivos. Igualmente fue necesario reorganizar los talleres para adaptarlos a nuevos sistemas y aumentar la eficiencia. 

A menudo pienso si no hubiera sido evitable el dolor de tomar decisiones que afectaron a tantas personas, aunque fueron indemnizadas. Se había hecho insostenible entonces la presión de los accionistas, exhaustos de perder tanto dinero; de los acreedores financieros y de los proveedores, cansados de compromisos aplazados. Resultaba realmente ineludible afrontar la situación con necesaria frialdad, pero creo que mereció la pena: de otro modo tendríamos que haber cerrado un periódico casi centenario, de los más antiguos de España. Y, por tanto, no se hubiera llegado hasta el presente de un periódico de éxito, resistente a la crisis, servicial y comprometido con los leoneses.

Compra de «La HORA leonesa»

Entonces pudo parecer una huida hacia adelante, pero visto en perspectiva fue vital la compra en subasta del periódico público La Hora Leonesa, antes denominado Proa, que había sido durante décadas un desigual y feroz competidor del DIARIO DE LEÓN.  El que fuera durante muchos años presidente, Ángel Panero, y el entonces presidente de la empresa, Servando Torío, fueron los principales impulsores de la decisión de aquello que pareció un brindis al sol, fue el punto de partida para la salvación de la empresa. Por otro lado, no haber concurrido a la subasta del antiguo órgano de prensa de la Cadena de Medios de Comunicación del Estado en la provincia hubiera supuesto seguramente su adjudicación a otro grupo de competidores, por ejemplo el de Javier Moll, que ya se había quedado con La Nueva España y otros diarios. Con seguridad hubiera significado la muerte del DIARIO DE LEÓN.

Al tomar posesión de La Hora Leonesa puse mi empeño en mantener en la calle este periódico, con sinergías y complementariamente al DIARIO DE LEÓN; eso sí, a pesar de reticencias del consejo de administración, que por fin veía que era posible hacer sucumbir al competidor y subvencionado de tantos años. Me hice cargo personalmente de la dirección de La Hora Leonesa, con la ayuda de Francisco Martínez Carrión y manteniendo a la redacción y al resto del personal, todavía adscrito a la administración del Estado. Pretendíamos hacer dos periódicos diferenciados: El DIARIO DE LEÓN, siguiendo un modelo más cercano al del periódico nacional Abc pero moderadamente conservador, abierto y plural; y La Hora Leonesa, siguiendo de algún modo el estilo editorial y gráfico de Diario 16, desenfadado, moderno, orientado a un público más joven, y si era posible dedicado a determinadas regiones de la provincia... Pero, tan sólo un par de meses después, con aquello dieron al traste fundamentalmente los empleados de La Hora Leonesa, que aprovecharon la insuperable oferta del Estado de pasar a otros puestos de la administración y no quisieron correr el riesgo de un pluriempleo. Solamente se quedó con nosotros un colaborador de fuste, Victoriano Crémer, que comenzó a firmar en el DIARIO DE LEÓN.

Para mí fue de gran sufrimiento firmar el último número de La Hora Leonesa, un mérito que a nadie le gustaría tener, teniendo en cuenta que yo mismo había empezado a ser periodista en ese diario, una docena de años antes.

Visto en perspectiva, no mantener la edición de La Hora Leonesa, fue un error. Al cubrirse doblemente el hueco del mercado limitado de prensa en León, hubiese sido mucho más difícil la aparición de un nuevo competidor, como ocurrió poco después.

Aparejado a la compra de La Hora Leonesa vino el cierre de La Hoja del Lunes, que se venía imprimiendo en los talleres de la empresa estatal desde décadas, editado por la Asociación de la Prensa de León. El presidente de ésta, Manolo Valdés, rechazó mi oferta de que siguieran haciéndolo con nosotros, pero, «por dignidad», según me dijo, decidió fulminantemente el cierre de La Hoja del Lunes, lo que para mí fue nuevamente doloroso.

Poco después de esto asumí, además de la dirección general de la empresa, la dirección del periódico, que había desempeñado Fernando Aller, provisionalmente, desde el cese de Iñigo Domínguez. Y también me hice cargo de la dirección general y periodística de la emisora Antena 3 de León, participada por el DIARIO DE LEÓN y por la cadena nacional, presidida entonces por Manuel Martín Ferrán.

Grandes cambios

 Lo cierto es que no tardó demasiado en llegar la resurrección, con los primeros efectos de la nueva gestión: edición diaria para El Bierzo, apertura de la redacción en Astorga-La Bañeza; una mayor calidad de impresión, con la rotativa de La Hora Leonesa y sus equipos entonces modernísimos de fotocomposición; la introducción de nuevas formas de marketing, como los cartones de bingo, de los que el DIARIO DE LEÓN fue uno de los precursores en España... La incorporación de firmas famosas, como las de Emilio Romero, Pedro Rodríguez, Pilar Urbano, Pilar Cernuda, Manu Leguineche, Pilar Cernuda, Antxon Sarasqueta…, que le dieron al periódico densidad, junto con una mayor proximidad a las comarcas y a la realidad informativa de la capital.

Esencial para la salida de la crisis por la que el DIARIO DE LEÓN atravesó durante décadas resultó ser la captación de la publicidad que había tenido de forma privilegiada La Hora Leonesa, fundamentalmente la proveniente del mercado nacional. Además, el incremento de los ingresos por las ventas de ejemplares y suscripciones, y la venta al Diario de Extremadura de la rotativa y los equipos antiguos del DIARIO DE LEÓN, contribuyeron a ver la salida del túnel.

Pero, tan pronto se abandonó el fantasma de la quiebra, se pagaron los créditos y aparecieron los beneficios de explotación, se recrudecieron las diatribas entre los dos grandes grupos de accionistas, por un lado el mayoritario encabezado por Servando Torío y por otro el liderado por José Martínez Núñez, al que en otra medida se unía Antonio Rey. Aquello terminó con la compra del paquete de estos últimos por parte de Torío y con la aparición poco después de un nuevo periódico, La Crónica de León, presidido por Martínez, lo que yo había intentado tantas veces evitar. Invitado por este último a dirigirlo, rehusé hacerlo por motivos más que comprensibles.

Poco después ocurrió mi cese pactado, fruto de aquella situación y de los deseos de Torío de separarme de la dirección general de gestión, que tanto esfuerzo me había costado en aquellos tiempos difíciles, para confiársela a un hombre más próximo a él, con el pretexto de que yo me pudiera dedicar más a la dirección periodística del DIARIO DE LEÓN. Afortunadamente al periódico le ha ido cada vez mejor, en sucesivas e inteligentes manos, dejando atrás aquellas amenazas de un cierre que parecía inevitable. Y a mí, gracias a Dios, también me ha ido bien. Ahora tengo el honor de dirigir Nueva Economía Fórum, la organización de debate de referencia en España, privilegiado testigo de una España en turbulencias, como aquellas que viví al frente del periódico, pero más graves me temo. Pero, es obvio que aquella etapa profesional dejó en mí una huella imborrable. Cuando veo cumplir los 110 años al DIARIO DE LEÓN manteniendo su vitalidad longeva y superando tantos retos como a los que se enfrenta la prensa escrita, me enorgullezco de haber formado parte de esa familia.