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A LA ESPERA DE LA SEGUNDA PARTE DE LA INVESTIDURA

Sánchez pierde el primer asalto

El líder socialista no suma ningún voto a los 130 del PSOE y Ciudadanos, y recibe 219 en contra y una abstención La segunda jornada del debate se convierte en un duelo de todos contra todos que resta protagonismo al candidato.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, abandona el hemiciclo después de la sesión de investidura vespertina. j. lizón

Publicado por
León

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ramón gorriarán | madrid

Pedro Sánchez recibió un contundente revés en la primera votación de su investidura. Obtuvo 130 votos a favor, los de los 90 socialistas y 40 de Ciudadanos, 219 en contra de todos los demás grupos y una abstención de Coalición Canaria. El varapalo no es por no alcanzar la mayoría absoluta, que se daba por descontado, sino por las oscuras perspectivas que tiene por delante. Algunos socialistas, cada vez menos, se aferran a la esperanza, pero es casi imposible que el candidato del PSOE logre el viernes más votos a favor que en contra. Sánchez comprobó en el debate de ayer que los rechazos a su investidura tienen sólidos cimientos que no van a cambiar en dos días y es muy probable que tampoco varíen en los dos próximos meses. La puerta a las elecciones el 26 de junio está abierta de par en par.

La segunda jornada del debate de investidura derivó en un duelo de todos contra todos en el que se dinamitaron casi todos los puentes. Sánchez se midió con todos los portavoces, pero estos también lo hicieron entre sí. Mariano Rajoy intercambió pullas con Albert Rivera; Pablo Iglesias hizo lo propio con el presidente en funciones y el líder de Ciudadanos; y este se empleó a fondo con el secretario general del Podemos. El resultado fue que el candidato perdió protagonismo a chorros en beneficio de quienes deberían haber sido los actores secundarios de una investidura que quedó vista para sentencia. La segunda votación del viernes se perfila como una mera formalidad para certificar la derrota del secretario general del PSOE.

Fue un debate extraño motivado por el hecho excepcional de que el aspirante era el líder del segundo partido, y no el del más votado. Esta circunstancia provocó que todo el que pasaba por la tribuna de oradores soltara un par de bofetadas dialécticas a Rajoy, que aguantó con cara de ‘por qué me sacuden a mí cuando el candidato es el otro’. Por otra parte, como había total certidumbre sobre el resultado negativo de la votación, los portavoces de Podemos y Ciudadanos se dedicaron a ajustar cuentas entre ellos. Todo ello derivó en un embrollo de acusaciones cruzadas y referencias personales e históricas que superó al presidente del Congreso.

Rajoy, sobrado

Sánchez escuchó como todos los grupos, con la lógica excepción de Ciudadanos, le decían que no a sus peticiones de apoyo. Unos con más rotundidad que otros, pero rechazo general al fin y al cabo. Soportó con el ceño fruncido el discurso socarrón, y hasta sobrado, de Rajoy. Intervención que enardeció a los diputados del PP, pero que para los socialistas fue un «bochornoso» episodio del «club de la comedia». El presidente en funciones tachó de «bluf» al candidato, puso en duda la capacidad intelectual de los diputados socialistas y ridiculizó con ahínco el acuerdo con Ciudadanos, que aunque no va a ninguna parte «se presentó como una página histórica de dimensiones solo comparables al pacto de los Toros de Guisando». Todo ello, según Rajoy, no para gobernar sino para afianzar su posición en el PSOE. El líder socialista no empleó el mismo registro, y dio por imposible conquistar el apoyo del PP mientras «el tapón» Rajoy siga al frente de ese partido.

Pero los momentos más duros llegaron en el duelo con el secretario general de Podemos, que en su primera intervención en un pleno del Congreso no dejó títere con cabeza en un discurso tremendista con el franquismo entre ceja y ceja.

El debate, por decir algo, de Sánchez con Rivera se redujo a un empalagoso cruce de agradecimientos. El líder de Ciudadanos cumplió con su papel de poner toda la carne en el asador para que el PP revisara su negativa a suscribirlo porque sin su apoyo es papel mojado a efectos de la investidura. Pero Rivera también se despojó de su imagen de yerno ideal, y enseñó las uñas. Volvió a pedir a Rajoy que se vaya a casa porque no tiene sitio en la nueva etapa política.

Los cuatro grandes partidos tensaron la cuerda hasta extremos que van a hacer muy difícil rebobinar y salvar las desavenencias en otro hipotético debate de investidura antes del 2 de mayo. La responsabilidad de proponer otro candidato o volver a jugar la carta de Sánchez corresponde al rey, pero visto el cariz que ha tenido esta investidura no parece probable que abra una nueva ronda de consultas.

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