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Iglesias habla del amor entre diputados para olvidar la cal

A Sánchez no le hicieron gracia los comentarios del líder de Podemos .

Luis de Guindos e Isabel García Tejerina sonríen mientras pasa a su lado Pablo Iglesias. BALLESTEROS

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León

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antonio del rey | madrid

Con estupor acogió buena parte de la Cámara el rumbo que Pablo Iglesias dio a su intervención en el segundo pleno para la investidura fallida de Pedro Sánchez, al dedicar más de dos minutos de los cinco de su turno a montar su peculiar plató televisivo en medio del hemiciclo.

Y no para un debate político a los que está más que acostumbrado, sino para uno más visceral, de los del corazón, porque utilizó la escena que él mismo provocó hace 48 horas al felicitar con un beso en los labios al catalán Xavier Domènech como excusa para hablar de amor entre diputados, en un tono jocoso con el que quiso apagar el fulgor que la cal dejó en el anterior pleno.

Hizo reír casi hasta la congestión al ministro de Economía, Luis de Guindos, al citarlo como estupefacto testigo gráfico de su beso con Domènech, y embebido en su papel de presentador de un programa del ‘cuore’ hizo énfasis en cómo la ‘popular’ Andrea Levy «bebe los vientos» por un joven diputado de larga cabellera, en su caso sin coleta, aunque también de Podemos, llamado Miguel Vila.

Su propósito final era dirigirse a un más que serio Pedro Sánchez, al que no hicieron ni pizca de gracia las gracietas de Iglesias con las que supuestamente pretendía apaciguar los ánimos tras su tremendo ataque a los socialistas de hace dos días.

«Fluye el amor y la pasión en la política española. Pedro, sólo quedamos tú y yo», bromeó para regocijo de los suyos y medias sonrisas en la bancada del PP, tras pedir, en un tono cada vez más alto y enérgico, un Gobierno de izquierdas «a la valenciana» y apuntar al candidato que pese a su «no» de ayer todavía hay tiempo para un acuerdo, «el acuerdo del beso».

La hora y media de debate previo a la votación dio para muchas cosas más, y bastante más serias, como los inmisericordes ataques del presidente en funciones, Mariano Rajoy, al candidato, al que llegó a acusar de haber caído en la «corrupción» por utilizar las instituciones «al servicio de su supervivencia», entre airadas protestas desde los escaños del PSOE y aplausos a rabiar de los diputados del grupo popular.

Ese final de su discurso desató una gran aclamación de todos los del PP, puestos en pie, que agradeció con gestos de emoción, el pulgar levantado hacia arriba y también un movimiento de la mano que a los socialistas sonó a despedida, y que por ello algunos repitieron miméticamente desde los escaños de enfrente.

Rajoy apenas había mirado a Sánchez mientras el socialista pronunciaba su previsible discurso inicial, una versión reducida de su acuerdo con Ciudadanos, en su habitual tono moderado, que concluyó con un eslogan de libro dirigido a Podemos y compañía: «No esperemos más, voten sí al cambio».

Nada de moderación, sin embargo, en los mandobles que el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, dedicó a su derecha -Rajoy- y su izquierda -Iglesias-.

Ante el líder de Podemos añoró el papel que en la Transición desempeñaron los comunistas a la hora de buscar acuerdos: «¿Cuánto ministerios pidió el PCE?, sólo pidió libertad», recordó, sin olvidarse de descalificar la apuesta de gobierno «a la valenciana» de Iglesias al tratarla despectivamente de «Gobierno de traca».

A Rajoy le reprochó, nada más ni nada menos, que haya «puesto en jaque el papel constitucional del rey» por rechazar someterse a la investidura, de manera que optó por pedirles, a uno y a otro, no ya el voto afirmativo, sino una resignada abstención que nunca llegó.

Luego le tocó a él recibir lo suyo, primero a cargo del diputado de ERC Gabriel Rufián, con un extraño tono pausado, como de oración independentista reivindicativa, que le sirvió para llamarle el «Donald Trump» español y a su partido «la nueva derecha ‘cool’ 2.0, barnizada; el ‘Hacendado’ del PP», entre grandes risas.

Luego, Alberto Garzón, de IU, le afeó que usara la memoria del PCE para defender su acuerdo con el PSOE.

Antes de votar fue el presidente de la Cámara, Patxi López, quien se las vio y deseó para enderezar una bronca final, gritos y desabridas voces incluidas, a cuenta de una petición de palabra por alusiones del portavoz de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, al que reconoció el derecho a intervenir.

Discutió con el portavoz popular Rafael Hernando, que también quería hablar, y con el de ERC, Joan Tardá, que acabó gritando con su potente voz para reclamar su derecho.

La votación se realizó con rapidez y en 25 minutos todos los diputados se pronunciaron uno a uno.

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