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la semana política que empieza Fernando jáuregui
León

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Al fin y al cabo, ha habido reconciliaciones, pactos y encuentros que parecían mucho más difíciles que el de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que a saber cuándo se reunirán y para qué. Porque mire usted el caso de Barack Obama, el primer presidente norteamericano que visita Cuba en ochenta y ocho años, y tras cincuenta y cinco de ruptura oficial en las relaciones entre Washington y La Habana.

Aquí no compartimos el béisbol para encerrar en el estadio de la conciliación a dos personajes como Castro y Obama, pero bien podríamos emplear un campo de fútbol que albergue, en su inmensidad, una charla entre Rajoy y el secretario socialista, y en la que quepa, en las gradas, Albert Rivera. Ah, eso tampoco, claro, que, de los nuestros, el uno es del Madrid, el otro del Barça y el otro, del Atlético, nada que hacer. Pues que venga Obama, hombre, que, al fin y al cabo, ha desdeñado durante todo su mandato darse una vuelta por Madrid; ven, Obama, que necesitamos de tus habilidades mediadoras para salir de la absurda situación de bloqueo y oídos sordos en la que estamos.

El caso es que nunca pensé que sentiría envidia ante lo que ocurre en la capital del castrismo: el espectáculo de la reconciliación más alentador que el mundo haya vivido en décadas. Y aquí, fíjese usted, preguntándonos si Sánchez e Iglesias se encontrarán este Miércoles Santo o en qué otra jornada penitencial se verán las caras; bueno, antes tendrá Iglesias que pactar con Podemos, desde luego, que menudo está el patio en esa formación. Y no sé si Sánchez tendrá que pactar también previamente con el PSOE, que me dicen que, pese a la aparente tranquilidad en el partido de Pablo Iglesias ‘el viejo’, las aguas bajan revueltas también por allí. Como comprobaremos en el congreso socialista dentro de un mes y medio, inmediatamente después de que hayan transcurrido las seis semanas que nos quedan para constatar que no, que en La Habana harán lo que quieran, pero que aquí, de acuerdos, nada, así que, hala, de cabeza a las elecciones más absurdas que hayan visto los siglos.

Y, si difícil se pone la ‘cumbre’ Iglesias-Sánchez, ya de una reunión entre el mentado Sánchez y Mariano Rajoy ni señales. El presidente en funciones, que es un pato cojo como Obama -o sea, que tiene tantas posibilidades de seguir en el cargo como el admirable presidente saliente norteamericano: ninguna-, ha dicho, primero, que él sigue, así que no se moleste nadie, especialmente en el bando propio, en intentar desmontarle del caballo; y, segundo, ha emitido señales en el sentido de que tal vez acceda a descolgar el teléfono y llamar al secretario general del PSOE una vez que hayan transcurrido las mini-vacaciones, merecido descanso que comienza, para algunos, muchos -desde luego, para él-, esta semana.

Sí, estoy de acuerdo con usted -menos mal que alguien está de acuerdo con alguien por estos secarrales políticos-: queda un poco ridículo ponerse a comparar el magnífico ejemplo que vamos a vivir en estas horas mirando hacia la isla caribeña con el ejemplo lamentable que nos están dando en esta piel de toro aquellos a los que hemos, con nuestros impuestos y nuestros votos, encargado que se entiendan para gobernarnos, y ya ve usted. Sí, empezamos a hacer el ridículo, y aún quedan seis semanas de este absurdo te-llamo-para-quedar-pero-no-esperes-que-cambie-ni-un-milímetro-mis-posiciones-porque-de-eso-nada. Ya digo: algún día todo esto les pasará factura, aunque, de momento, nos la está pasando a todos nosotros. Bueno, ¿vienes o no vienes, Barack?