«Envié a mi hija a este país amigo y me la devuelve muerta»

Serena tenía 22 años, la semana que viene cumplía 23, estudiaba cuarto de Farmacia, en Turín, su ciudad de origen, y como sus compañeros de beca Erasmus en Barcelona había pagado 20 euros por un viaje relámpago a las Fallas, que ya nunca podrá contar. Su padre, con los ojos llenos de lágrimas, dolido, triste, llegó ayer al parador de Tortosa, donde están alojados los familiares de las víctimas, y cargó contra la empresa que fletó el viaje, como el que busca un consuelo donde no lo hay. «Es inadmisible. Era muy tarde para conducir. No deberían haber transportado a estos jóvenes sin la seguridad adecuada», señaló. El hombre viajó sólo a España, sin su mujer, que no pudo hacerlo porque está «destrozada» en Italia. «Envié a mi hija tranquilo a estudiar a este país amigo y me la devuelve muerta. Era una chica maravillosa», afirmó.

Las escenas de dolor también se vivieron en la ceremonia que las autoridades políticas y sociales de Cataluña tributaron en la Universidad de Barcelona a las trece chicas fallecidas. Cinco minutos de silencio, dolor y lágrimas, al que asistieron algunos de los chicos que viajaron a Valencia en los cinco autobuses del convoy. «Nadie merece morir en un Erasmus. Pasaron un día fantástico, con un desenlace terrible. Nuestro corazón está con las familias», rezaba uno de los mensajes escritos en los siete libros que recogen las muestras de condolencia en el altar que la UB ha instalado en su edificio central.