Si Puigdemont no supera una moción de confianza habrá nuevas elecciones
El presidente de la Generalitat da por roto el pacto con los anticapitalistas de la CUP.
c. reino | barcelona
La undécima legislatura catalana, la que estaba llamada a situar a Cataluña a las puertas de la independencia, entró ayer en una nueva dimensión. La negativa de la CUP a retirar la enmienda a la totalidad de los presupuestos, que provocó que las cuentas de la Generalitat no superasen el primer escollo y se quedaran en un mero proyecto fallido, hizo saltar por los aires el pacto que tenían suscrito Junts pel Sí para avanzar juntos hacia la secesión.
El acuerdo lo dio por roto el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quien, a cinco meses de su investidura, ve que su situación es cada vez más complicada, pues se siente atrapado entre la presión de un proceso soberanista imposible de ejecutar en 18 meses, una CUP que no ha sido capaz de domesticar y la lucha interna que se libra en Junts pel Sí por las elecciones del 26-J y la hegemonía del soberanismo.
Después de avisar a la CUP de que su veto a las cuentas tendría «consecuencias», Puigdemont, siguiendo el estilo de su antecesor, que era muy amigo de los movimientos tácticos sorpresivos, anunció que en septiembre se someterá a una moción de confianza y que si no la supera convocará elecciones. El dirigente nacionalista justificó su decisión, inédita en la Cámara catalana, porque ha perdido la mayoría necesaria para cumplir el plan rupturista y porque considera que no tiene unos presupuestos adecuados para enfrentarse al Estado. «Es como ir a cazar elefantes con escopeta de balines», expresó de manera gráfica. Dijo, además, que no tiene intención de alargar la legislatura por que sí y que su propósito no es gobernar para gestionar las migajas que a su juicio le quedan con un presupuesto prorrogado. Hay sectores del independentismo que piden elecciones inmediatas, pero Puigdemont recordó que por ley debe transcurrir al menos un año desde la última convocatoria (3 de agosto de 2015). Así que, pasado agosto, el presidente de la Generalitat, si la Cámara le retira la confianza, ya estará facultado para volver a llamar a los catalanes a las urnas, en las que serían las cuartas elecciones autonómicas en seis años . «Cinco meses después del debate de investidura, las condiciones han cambiado profundamente. Asumo las consecuencias de un cambio no previsto», resumió.
Presión a la CUP
Con este movimiento, un todo o nada algo osado para los intereses de Convergència, que corre el riesgo de perder el poder, el presidente de la Generalitat trata de pasarle toda la presión a la CUP, que es quien tendrá que decidir una vez más si hace caer o no al Gobierno y también quien deberá asumir la responsabilidad de dejar al proceso soberanista en el aire, pues nadie sabe qué pasará en los nuevos comicios. La opción de la moción de confianza en el ecuador del mandato estuvo además sobre la mesa en las negociaciones que Junts pel Sí y la CUP mantuvieron para la investidura fallida de Artur Mas. La legislatura de 18 meses, por tanto, puede quedarse en la mitad, si así lo determina la CUP, que en septiembre deberá volver a convocar a sus bases y repetir un proceso de votación interna que ya ha partido en dos a la formación anticapitalista.
Con la moción de confianza, Puigdemont intenta además matar dos pájaros de un tiro. Busca la manera de rescatar a su Gobierno y cómo salvar el proceso soberanista, que camina en los últimos tiempos a trompicones y sin un rumbo demasiado claro.