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TESTIMONIO ABEL APARICIO gonzález
León

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Durante varios días del verano de 2013, observé como varias personas se sorprendían al saber que el primer apellido que tomaba mi hija era el de su madre y el segundo el mío. A todas ellas les expliqué que decidimos sortear el orden de los apellidos. Ambos queríamos el nuestro, lógicamente, pero es que yo ni siquiera sabía que se podía poner como primer apellido el de la madre, algo que es posible desde 1999. Después de que mi pareja me argumentara que sería lo más justo, consiguiendo romper mi barrera egoísta y machista, accedimos al sorteo. Ganó ella y de entrada no negaré que me llevé una pequeña desilusión, pero creo que el resultado de ese sorteo fue un acto de justicia. Ella y solo ella tuvo las piernas hinchadas, vigiló su alimentación, aumentó de peso, sufrió molestias, dolores de espalda, ciática, ataques de sueño, etc. Por cierto, que alguien me explique, si es que puede, porque ahora se dice que una pareja está embarazada. ¿También él lo está?

Estos motivos son más que suficientes para que el primer apellido de nuestra hija sea el de su madre. Pero cuando daba estos argumentos, me encontraba con las siguientes respuestas que citaré literalmente: «yo paso por colaborar en casa barriendo y esas cosas, pero por el apellido sí que no», «se nota quien lleva los pantalones en casa», «vamos, a la mía ni que se le ocurra plantearlo», «vaya bobada, si lleva siendo primero el del padre toda la vida, ¿para qué cambiarlo?». Sentencias que, una vez más, definen por si mismas el patriarcado en el que vivimos.

Hoy digo con orgullo, aunque solo sea un pequeño paso, que el primer apellido de mi hija es el de su madre, que intentamos inculcarle lo máximo posible los valores de una sociedad igualitaria, aunque todos y todas tengamos toques machistas, ya que fuimos educados de una manera u otra en el nacionalcatolicismo y en un sistema económico llamado capitalismo, donde el bienestar social no es una prioridad y la mujer en muchas ocasiones es tratada como mera mercancía.

El patriarcado, del que cualquiera en mayor o menor medida es responsable, permite que la palabra zorro tenga una connotación y zorra otra bien distinta, que sea un mantra que hay un gran número de denuncias falsas cuando solo ocurra en un 0’010% de los casos según la Fiscalía General del Estado, que en el pasado mes de enero 6 mujeres fueran asesinadas y que en un alarde de patetismo, se llegue a pedir que se establezca El día del hombre trabajador.

Todo grano ayuda a llenar el granero y poner en primer lugar el apellido de la madre, como dije anteriormente, no es más que un acto de justicia. Intentemos que nuestro presente no sea un pasado de humillación hacía las mujeres como ocurre ahora viendo actos cotidianos de hace veinte años, valga el número de Martes y trece (mi marido me pega), con el que pretendían hacernos reir. Todo esto es feminismo, lo que demuestra la validez de esta cita de Angela Davis: «El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas».

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