Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ignoran las peticiones de unidad de las bases
El pulso sigue mientras crece la inquietud por el futuro del partido que se conocerá hoy.
ander azpiroz | madrid
La suerte está echada. A las 20.00 horas de ayer se cerró la votación después de que más de 150.000 personas apretaran el botón de sus ordenadores y este domingo a las 14.00 horas se conocerá el vencedor del duelo al sol entre Pablo Iglesias y Errejón, una batalla interna cuyas consecuencias aún están por ver. El último acto del choque de trenes en Podemos ha sido Vistalegre II. Sirvió para poco en lo que a restañar heridas se refiere aunque de cara a la galería abundara la liturgia conciliadora. Los 9.000 militantes que poblaron la grada recibieron a los dirigentes de su partido al grito de «unidad» pero nadie les escuchó. Sobre el estrado, cada una de las familias de Podemos hizo la guerra por su lado durante una jornada en la que cada una se limitó a defender sus propuestas. Ni ‘pablistas’ ni ‘errejonistas’ ni anticapitalistas se movieron un ápice de sus posiciones.
El divorcio entre el líder de Podemos y su todavía número dos sobrevoló cada rincón del palacio de Vistalegre. Y lo hizo desde el principio. Iglesias y Errejón subieron por separado al estrado para dar la bienvenida a la militancia. La rivalidad se reflejó hasta en los turnos de intervención y en los minutos de los que dispondría cada uno.
Iglesias tuvo dos intervenciones bien diferenciadas. En la primera, recuperó el discurso clásico de Podemos, el del partido que ha llegado a la política para echar a la casta del poder. La segunda, la que le correspondía como candidato, la dedicó por completo a su equipo. Errejón subió al estrado para defender su documento político, la otra gran batalla junto al Consejo Ciudadano. El número dos del partido se ajustó al guion previsto.