Diario de León

La sentencia de Nóos genera dudas sobre la instrucción del juez Castro

Desmiente la colaboración de la infanta con los delitos fiscales de su marido y la trama valenciana.

El instructor del caso Nóos, el juez José Castro. MONTSERRAT T. DIEZ

El instructor del caso Nóos, el juez José Castro. MONTSERRAT T. DIEZ

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m. sáiz-pardo | madrid

Página 729 de la sentencia del caso Nóos que se conoció el viernes: «Hay que precisar que la pretensión acusatoria sostenida por la acusación popular (Manos Limpias) se cimentó en los argumentos emanados de las resoluciones dictadas por esta audiencia, mantenidos durante la fase instructora e intermedia del presente procedimiento». La frase aún resuena en los pasillos de los juzgados de Palma. Las magistradas de la Audiencia Provincial no se andan con rodeos. En román paladino, que si Manos Limpias y la abogada Virginia López-Negrete llegaron tan lejos fue porque tuvieron el amparo, cuando no el impulso, del juez instructor del caso Nóos, José Castro, durante los momentos claves del proceso, sobre todo cuando Anticorrupción decidió no acusar a la hija de don Juan Carlos.

Entonces ¿fue Nóos una investigación equivocada? ¿Quedan en papel mojado los cuatro años y medio de instrucción del juez que, entonces con la ayuda del fiscal Pedro Horrach, se convirtió en un icono nacional de la lucha contra la corrupción? ¿Es Castro un héroe y las villanas son las tres magistradas del tribunal? ¿O fue el magistrado quien se dejó llevar por cierta corriente populista y ahora la Audiencia le ha puesto en su sitio?

Sea como fuere, los 741 folios de la sentencia están llenos de desmentidos a los autos que Castro firmó entre 2010, cuando comenzó la investigación de la denominada pieza separada 25 del caso Palma Arena, y 2014, cuando acabó la instrucción del caso Nóos. Quizás la crítica más agria que ha recibido en el fallo sea la de la incomprensión por imputar a la infanta Cristina. Pero no solo, también Castro se dejó la piel en apuntar contra la supuesta connivencia de la Casa Real en los negocios de Urdangarín (o cuanto menos su aquiescencia) y en intentar probar la existencia de una trama valenciana del caso Nóos supuestamente avalada por el expresidente Francisco Camps y la exalcaldesa Rita Barberá, de la que la Audiencia Provincial de Palma no ha visto ni rastro, a expensas de lo que dictamine el Supremo ante un más que previsible recurso de Anticorrupción.

Pero más allá de las críticas, la sentencia zanja que no hay una sola prueba o testigo de que Cristina de Borbón fuera «consciente» de las defraudaciones de su marido a través de la sociedad del matrimonio. Ni un solo testigo que «atribuya a la acusada intervención alguna en la gestión de la mercantil ni actuación de la que pudiera inferirse que de un modo u otro influyera en la toma de decisiones». Unas afirmaciones que están en las antípodas de las conclusiones a las que llegó Castro en enero de 2014, cuando imputó a la hija de don Juan Carlos por un delito fiscal y blanqueo, con un auto de nada menos que de 227 páginas.

El magistrado había llegado entonces al convencimiento de que «los delitos contra la Hacienda Pública que se imputan a don Iñaki Urdangarín difícilmente se podrían haber cometido sin, cuando menos, el conocimiento y aquiescencia de su esposa por mucho que cara a terceros indiciariamente mantuviera una actitud propia de quien mira para otro lado».

Castro habló, incluso, de que la infanta se había avenido a convertirse en un «escudo fiscal» frente a Hacienda con su participación como socia en Nóos, extremo que la sentencia niega en varias partes, insistiendo en que no hay una sola prueba de que estuviera al día de lo que sucedía en la mercantil.

La verdad judicial también desmonta otra de las obsesiones de Castro y sobre la que edificó la trama valenciana de Nóos con una supuesta reunión en la Zarzuela entre Barberá, Camps, Urdangarín y Diego Torres, en la que, de acuerdo con el relato del instructor, la exalcaldesa abrió las puertas de la comunidad al entonces yerno del rey para que diera un pelotazo de 3,6 millones de euros con los Valencia Summits. Como un clavo ardiendo, el magistrado se agarró a ese supuesto encuentro celebrado el 29 de enero de 2004, cuya existencia sólo confirmaba Torres, entonces en el peor momento de las relaciones con su exsocio.

Aunque una y otra vez Barberá y Camps, en sede judicial y fuera de ella, negaron haberse encontrado jamás en el palacio con el marido de la infanta, a pesar de que Urdangarín también lo desmintió y pese a que Castro no encontró nadie que avalara la confesión de Torres, el juez siguió erre que erre.

«Quizás», decían el viernes por la noche varios juristas de Palma tras leer los varapalos a la instrucción del juez recogidos en la sentencia, parte de la instrucción de Nóos fue una «investigación equivocada».

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