Diario de León

LEÓN ■ LA HOSPITALIDAD DEL REFUGIADO.

El Crucero abre otra puerta

En el barrio más mestizo de León abre sus puertas un colectivo de personas que un día fueron refugiadas para ayudar a la nueva generación de migrantes y a los hijos e hijas de quienes llegaron a la ciudad en los últimos años

Las clases de apoyo escolar de la asociación instalada en la calle Pérez Galdós de El Crucero son una actividad muy concurrida.

Las clases de apoyo escolar de la asociación instalada en la calle Pérez Galdós de El Crucero son una actividad muy concurrida.

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ana gaitero | león

La crisis económica ha frenado la inmigración de forma drástica. De las 3.312 personas que llegaron a León en 2008, el año oficial del inicio del declive y del fin de la burbuja inmobiliaria, se ha bajado a las 633 nuevas incorporaciones registradas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2016, una cifra que supone menos de un 20% respecto a la oleada de aquel año .

Ahora el reto es la segunda generación, los hijos e hijas de las personas que se han quedado en León, y la acogida de las personas en busca de refugio y asilo que llegan a cuentagotas principalmente desde Siria, Irak y otros países de Oriente Medio, además de Venezuela.

Así lo ve un colectivo de personas que llegaron a León como refugiadas y ahora quieren poner su grano de arena en la acogida de otros migrantes y en la integración de las nuevas generaciones de niños y niñas. Khalid Ylias Ibrahim es de Sudán, país del que huyó en plena guerra. Tras pasar varios años en Libia, acabó en España y en León, a donde logró traer a toda su familia.

Es el presidente de la Asociación ONG Protección y Educación de la Infancia en condiciones de guerras y desastres naturales. Creada y formalizada en 2013, la organización acaba de abrir en el barrio de El Crucero un local donde ofrece clases de apoyo a niños y niñas, talleres de costura y manualidades a las mujeres e informática para todas las edades.

«Nuestro sueño es poder ayudar a personas que están pasando por lo mismo que pasamos nosotros y ofrecemos la ventaja de que hablamos el mismo idioma y conocemos las leyes del país», explica Ylias.

Con esta iniciativa quieren devolver también parte de lo que han recibido en el país y la ciudad de acogida. «Cuando llegamos aquí también nos ayudaron», subraya. La asociación se creó con anterioridad a la crisis de los refugiados, pero la crisis del Mediterráneo ha avivado sus inquietudes.

«Nosotros estamos bien, pero hay niños y niñas muriendo en el mar, también muchas mujeres y gente de otros países», recalca. Y quienes consiguen traspasar las fronteras de Europa «también tienen problemas para arreglar sus papeles, para reunificar la familia...», agrega.

La asociación se nutre de voluntariado para ofrecer sus primeras prestaciones en el local alquilado. Entre locutorios, carnicerías islámicas, kébabs y tiendas de propiedad china se abren las puertas a clases de refuerzo de inglés, matemáticas y árabe para la población más joven.

«Hablamos en su mismo idioma y cuando llegan se encuentran con sus paisanos», añade Mbarek, uno de los impulsores del colectivo. «Tienes que dar, no solamente recibir», explica Khadija, una mujer marroquí que da clases de matemáticas como refuerzo. Hace nueve años que llegó a León y acaba de enviudar. Por eso viste de blanco, el color de luto en la religión musulmana, y por ello también quiere donar una parte de su tiempo a otras personas: «Hay gente que necesita de los demás y al darles te sientes feliz. La felicidad no te la da solo recibir, sino también de dar», comenta.

En las pocas semanas de funcionamiento ya han comprobado «que muchas personas sienten que tienen aquí una puerta abierta». Y nada colma más sus expectativas que «ver una sonrisa en la cara de un niño o una mujer», subraya.

Sadiya es hija del presidente de la asociación y una de las voluntarias. «Hemos pasado por ello y sabemos que se pasa muy mal», dice esta joven estudiante del IES Juan del Enzina. La familia lleva cuatro años en León después de haber residido varios años en Libia y posteriormente en un campo de refugiados de Túnez.

Estando en el país magrebí la Unión Europea les concedió la protección internacional y les asignaron España como destino. Fueron acogidos en Accem durante dos años hasta que su padre comenzó a trabajar. «Ahora el propósito es ayudar a otros niños aquí e internacionalmente», comenta su hijo.

Mohamed anima a personas españolas a que participen de esta iniciativa, tanto en el plantel de voluntariado como en los servicios que prestan. «Es una forma de fomentar la integración», apostilla.

Las mujeres valoran la iniciativa, sobre todo, las actividades de refuerzo escolar. «Queremos hacer más cosas», precisa Samia, una mujer que llegó desde Somalia hace ocho años. Una mujer siria que está refugiada en León con su marido y uno de sus hijos es la voluntaria para enseñar el idioma árabe. Su esposo es médico y trabaja en la sanidad privada. «España es un país muy bueno, pero tengo un hijo en Dubai que quiere venir a visitarnos y no hay manera de que el Gobierno le deje entrar. Me da mucha pena», explica.

«Tiene trabajo y sólo quiere venir de vacaciones. No quedarse aquí. Mi marido ha escrito tres cartas de invitación y no lo conseguimos. Hace cinco años que no le vemos», recalca Alia, maestra de profesión, que, como tantas personas que han huído de Siria, ha dejado atrás casa, país, trabajo y bienestar. La guerra ha dividido a la familia en tres países. Otro de sus hijos está en Alemania y quedan parientes en Siria. Hacer voluntariado con otras personas que necesitan ayuda le distrae de su propia zozobra. Otras mujeres muestran su interés en poder acceder al mundo laboral, aunque la oferta de talleres se limita por ahora a la costura.

La población inmigrante de León está organizada en diversos colectivos y tiene voz en el Consejo Municipal. Asimismo, existen grupos de trabajo como GOL (Grupo de Observación de León) en el que participan profesionales y oenegés que estudian y detectan las necesidades de la población migrante y refugiada.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2016 el número de residentes en la provincia de nacionalidad extranjera fue de 19.129 personas, una cifra muy alejada de las casi 25.000-26.000 personas que se registraron en los años 2010-2012.

Muchas de estas personas se han nacionalizado, como muestra el dato de que la población de residentes nacida en el extranjero asciende a 32.248 personas, lo que supone menos de 8% de la población total de la provincia.

Marruecos, República Dominicana y Colombia son los tres países con mayor número de personas nacidas en su territorio que residen en León, con más de tres mil en el caso del país magrebí y más de 2.500, respectivamente, en las dos naciones americanas.

De l2.000 habitantes que nacieron en Europa destacan también las más de dos mil personas de origen suizo, posiblemente hijos e hijas de españoles que emigraron en su día al país helvético.

La población migrante se ha asentado mayoritariamente en los barrios donde la oferta de vivienda es más asequible, destando El Crucero, San Mamés y Armunia entre los que tienen colonias más significativas, aunque la más numerosa sigue siendo la portuguesa seguida de la población cuyo país de nacimiento es Francia.

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