Fernández Díaz niega en el Congreso el uso de la policía de forma partidista
El exministro afirma que la distribución de las grabaciones perseguía dañar al PP el 26-J.
m. sáiz-pardo | madrid
Pocos datos clarificadores, mucha bronca y graves insultos. La comisión de investigación sobre el supuesto «uso partidista» del Ministerio del Interior arrancó en un ambiente tabernario y con evasivas por la parte de los dos comparecientes, el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz y el exdirector de la Oficina Antifraude de Cataluña Daniel de Alfonso, quienes fueron grabados el 2 y 16 de octubre de 2014 en sendas reuniones aparentemente conspirando contra políticos nacionalistas catalanes.
La estrategia de Fernández Díaz fue clara desde el principio: presentar la filtración de las grabaciones de los encuentros como el epicentro de una «conspiración» para dañar su imagen y, sobre todo, para perjudicar al PP en vísperas de las elecciones generales del pasado 26 de junio. «La publicación de las grabaciones es la auténtica y única conspiración que ha habido» fue el argumento en el que se refugió una y otra vez quien fuera el máximo responsable de las fuerzas de seguridad. «Estábamos en la recta final de esa campaña y se fueron transmitiendo fragmentos de esas conversaciones. Es evidente que se hizo con intención de perjudicarme y perjudicar al PP», apostilló.
Fernández Díaz no se atrevió a poner nombre a esa ‘mano negra’ que movió los hilos en esa campaña, pero insistió en que no tenía dudas de que la distribución de las cintas «a falta de cinco días para las elecciones» tenía «la intención clara de afectar al resultado electoral».
De ahí no se movió el exministro, quien incluso pasó al ataque al afear al Congreso que haya creado una comisión de investigación «sobre la base de unas grabaciones ilícitas». Fernández les dijo a los diputados que es un «mal precedente» que se «persiga a las víctimas».
Los intentos de Esquerra, Pdecat y Podemos, los más beligerantes en la comisión, por acorralar al exministro para que reconociera, aunque fuera mínimamente, su participación en la denominada operación Cataluña, en la ‘policía política’ (un término de «otros tiempos», dijo el exministro) o en cualquier fase de la guerra sucia contra oponentes políticos fueron baldíos. «Rotundamente no» fue la respuesta del compareciente a las preguntas de Irene Montero, de Podemos, cuando le preguntó por su responsabilidad en el informe sobre Pablo Iglesias.
Según el exministro, ni tuvo «conocimiento» ni «autorizó» ni «ordenó» investigaciones sobre rivales políticos ni sobre «el tema independentista». Ni «sabía» que había miembros de Asuntos Internos haciendo investigaciones extrajudiciales en Cataluña. Tampoco, afirmó, distribuyó a medios de comunicación afines informaciones sin sustento sobre políticos de Convergència. «No ha habido nunca voluntad de investigar a partidos. Sólo se han investigado conductas delictivas», apostilló. Sus explicaciones no convencieron al PSOE.
La comparecencia de Fernández fue tensa, incluso se escucharon gritos de «gilipollas» a algunos de los diputados que interrogaban, pero nada comparable al broncazo que mantuvieron el diputado de Esquerra Gabriel Rufián y Daniel de Alfonso. El exdirector, antes del rifirrafe, se había esmerado en negar que «conociera» o participara jamás en una operación Cataluña. Pero pocas más explicaciones. Todo saltó por los aires durante el interrogatorio de Rufián. El diputado comenzó llamando a De Alfonso «Vito Corleone» a modo de bienvenida, al tiempo que le acusaba de no tener «vergüenza». Luego, convertida ya la comisión en un verdadero gallinero, compareciente y diputado se llamaron «corruptos» mutuamente. Rufián le conminó a que no mintiera y que se reconociera como un «conspirador» y como «mamporrero» o «lacayo» de Fernández.
Las embestidas de Rufián no fueron cortadas de raíz por el presidente de la comisión, el nacionalista vasco Mikel Legarda, que no pudo frenar los ataques del independentista a pesar de sus llamamientos a «no excitar más la comisión». «Hasta pronto gánster, nos vemos en el infierno», se despidió Rufián de De Alfonso.