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El proceso soberanista de Cataluña fracasa en su internacionalización

El presidente catalán, Puigdemont, no consigue apoyos relevantes para la independencia.

Publicado por
León

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C. Reino | Barcelona

Lejos quedan los tiempos en que el presidente de la Generalitat era recibido por George Bush en la Casa Blanca o por Helmut Kohl en la sede de la Cancillería alemana. La comunidad internacional ve el proceso secesionista catalán como un foco de inestabilidad en el sur de Europa y aunque el Gobierno catalán lleva más de un año llamando a todas las puertas, los despachos importantes permanecen cerrados a cal y canto para la delegación soberanista. Carles Puigdemont estrenó hace poco más de un año la legislatura, en la que por primera vez el Gobierno catalán incluía en su gabinete una Consejería de Exteriores.

Tiene competencias limitadas, pero suponía un gesto simbólico del interés que tiene la administración catalana por internacionalizar el proceso. Ante la negativa firme de Madrid a autorizar un referéndum, el Palau de la Generalitat quería presionar desde el flanco exterior. Pero de momento ha pinchado en hueso.

El consejero de Exteriores, Raül Romeva, lleva un año de viajes por todo el mundo y el balance ha sido más bien pírrico: una reunión a puerta cerrada en Atlanta entre el expresidente de EE UU, Jimmy Carter, y Carles Puigdemont, de la que ni siquiera salió una foto, y cuyo balance fue poco exitoso para la delegación catalana, ya que el Carter Center emitió este miércoles un comunicado en el que aseguró que no se implicará en la convocatoria de un referéndum. Incluso el PP mantiene incluso que la Generalitat pagó por el encuentro. Aún así, próximamente, el vicepresidente Oriol Junqueras viajará a EE UU para reunirse con el sector financiero. En Bolonia, aprovechando la feria del libro, Puigdemont se reunió también recientemente con otro ex, en este caso antiguo presidente de la Comisión Europea y primer ministro italiano, Romano Prodi.

Pese a estas visitas de relumbre, la diplomacia catalana ha cosechado bastantes fracasos. El presidente de la Generalitat viajó, entre otros lugares, a Bruselas, París, Londres y la costa este de EE UU, pero no fue recibido por ningún dirigente relevante. En Harvard, el dirigente nacionalista cargó con dureza contra España, a la que presentó como un país atrasado y con una democracia similar a la de Turquía, mientras que en Washington pudo reunirse con media docena de congresistas. Uno de ellos, Dana Rohrabacher, sí visitó junto a su colega Brian Higgins esta semana a Puigdemont en Barcelona. Lo que la diplomacia catalana no ha conseguido hasta la fecha es un posicionamiento claro y explícito a favor del referéndum o de la independencia de Cataluña de un dirigente con responsabilidades de gobierno de un país con peso en la esfera internacional. El Gobierno de EE UU, por ejemplo, días después de la visita de los congresistas y del viaje de Puigdemont, emitió ayer un comunicado a través de su embajada en Madrid en el que reiteró que Cataluña es «un asunto interno» español y afirmó que está «profundamente comprometido a mantener la relación con una España fuerte y unida». Casi el único logro del soberanismo ha sido la declaración del candidato a la presidencia francesa, Francois Fillon, que se mostró la semana pasada favorable al derecho a decidir de Cataluña. la Moncloa y el Palau de la Generalitat libran una batalla internacional, en la que pugnan por imponer su relato.

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