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YOHANNA ALONSO RODRÍGUEZ. CAMPEONA DEL MUNDO de MUAY THAI y guardia civil

«En los colegios hace falta menos fútbol y más artes marciales»

jesús f. salvadores

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León

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ANA GAITERO | TEXTO

JESÚS F. SALVADORES | FOTO

Es La Leona. Una guardia civil que nació en Gijón, se crió en León y ha patrullado media España se alzado con la medalla mundial de un deporte oriental que sólo un puñado de mujeres practican. Leona y peleona, practica Muay Thai, el boxeo thailandés, por pasión y se enroló en la Benemérita por vocación. Yohanna Alonso exprime su tiempo entre el trabajo, los entrenos, los estudios y un montón de compromisos que le van llegando con la fama. Pronto será una ‘heroína’ de la tele, pero su sueño es crear una academia de artes marciales para gente con problemas.

—¿Desde cuándo practica deportes de contacto?

—Muay Thai desde los 17 años y Bric Pol desde hace dos años.

—¿Cómo empezó?

—De pequeña mis padres no me dejaban luchar y me apuntaron a gimnasia rítmica, que lo veían más de chicas. Es un deporte muy bonito pero no es lo que me llenaba. Veía a mi padre y a mi hermano y quería luchar. Con 17 años me dejó mi padre ir al gimnasio a probar pensando que volvería a casa y para su sorpresa fui y me quedé para siempre.

—¿Cómo llegó a la competición?

—He tenido la gran suerte de vivir en muchas zonas de España por motivos de trabajo y he trabajado con muchos entrenadores de disciplinas distintas. Si me hubiese quedado en León no habría tenido acceso porque aquí las opciones son más reducidas. Barcelona, Alicante, Murcia... son la cuna de las artes marciales en España.

—¿Qué sintió cuando ganó el campeonato del mundo?

—Sentí agradecimiento y no le doy más importancia. Quiero seguir entrenando y seguir creciendo como deportista.

—¿Lo había ganado alguna otra europea?

—Sí, Eva María Naranjo y Amalia García.

—¿Por qué se hizo guardia civil?

—Desde pequeña quería ser policía o médico. Quería ayudar a la gente, no sabía cómo pero quería ayudar. Mi madre hubiese preferido que estudiase medicina. Pero a su pesar no fue así.

—Al final entró en la Guardia Civil. ¿Sacó mejor nota que en la Policía?

—No, tenía claro que quería entrar en la Guardia Civil porque mi hermano ya lo era. No opté a las pruebas ni de Policía Nacional ni de Policía Local. Donde sí estuve fue en el Ejército.

—¿Antes?

—Sí, desde pequeña quería hacer la mili y cuando cumplí los 18 años le dije a mi padre que iba a alistarme. Pensé que le daría un infarto, pero fue al revés. Hizo una fiesta. Él había querido ser militar y no pudo y que lo fuera su hija era como cumplir aquella meta. Para él era un orgullo.

—¿Cómo viven sus competiciones en casa?

—Mi familia nunca me ha visto pelear. Cuando termino, les llamo y les digo que estoy bien y ya.

—¿Es un deporte útil para su trabajo?

—Sí, aunque el Muay Thai, por sus características, no lo aplico directamente. El Bricpol, que es una técnica de defensa personal con apliaciones policiales, sí. Yo no puedo reducir a una persona dándole codazos en la cabeza, me expedientarían.

—Pero entrena a sus compañeros en defensa personal, ¿no es cierto?

—Sí, soy monitora Patio, el entrenamiento que se da a la Guarcia Civil para intervención operativa y armas. Nuestra misión es enseñarles a los compañeros las bases de la defensa personal para que puedan aplicarlas en intervenciones en la calle. Hay dos instructores jefe, un sargento y un cabo primero y 20 monitores, 19 hombres y una mujer.

—Es la única mujer que desempeña esta labor, entonces.

—Sí, aquí en León sí. Es un honor hacer esta labor. Me siento muy a gusto con mis compañeros y con mis jefes.

—De pequeña no la dejaban pelear porque no lo veían cosa de chicas. ¿Necesitan las mujeres reforzar su capacidad de defensa?.

—En general las mujeres no destacan mucho en los deportes de contacto. De niñas es más fácil que practiquen judo, taekwondo o kárate. Pero en estos deportes si quieres llegar a algún sitio tienes que hacer un esfuerzo brutal. A nivel personal, emocional y deportivo. Siempre lo comparo con un iceberg. Lo que la gente ve es la punta, el día que luchas. Y te critica, para bien o para mal. Pero son solo diez minutos. Lo que nadie ve es todo el esfuerzo que hay debajo.

—¿Qué ha significado para usted seguir este camino?

—He sacrificado mi vida familiar y personal. Paso semanas sin ver a mi familia y a mis amigos. Me levanto, voy a trabajar, echo una hora de camino para volver a León. Recojo los tuper con comida que me prepara Casilda. Voy al gimnasio. Luego a la Escuela de Idioma. Al gimnasio, al otro gimnasio. Llego a casa recojo, limpio... A la una de la mañana me acuesto y a las cuatro me levanto. Así todos los santos días de mi vida. Si no fuera porque Casilda me ayuda en casa y Sena con los estudios me sería imposible. Luego acude a eventos, actos benéficos, galas...

—¿Cree que las mujeres deben aprender tácticas de defensa personal?

—Sí, no quiero faltarle el respeto a nadie, pero creo que en los colegios hace falta menos fútbol y más artes marciales. Saber defenderte, no pegar, que hay una diferencia abismal. Yo no enseño a la gente a pegar, te ayudará a enfrentar cualquier situación de peligro y estrés con más seguridad. Hay cuatro cosas básicas que te pueden salvar la vida, que te dan una seguridad terrible y no somos conscientes.

—¿Recomienda a las mujeres ir a pegarse a un gimnasio?

—La gente piensa que vas a un gimnasio a que te peguen, es cierto que hay gente va a pegarse porque no tiene conocimiento. Pero soy mujer, sé lo que necesitan las mujeres, he estudiado un posgrado en Psicología y sé, gracias a Dios, lo que las puedo dar y lo que necesitan porque llevo muchos años trabajando con víctimas de violencia de género.

—¿Dentro de su trabajo?

—Dentro y fuera del trabajo. Lo estudié porque no llegaba a comprenderlo y porque para mí misma vida me hizo falta. Dentro del trabajo, cuando estaba en Alicante, estaba encargada de ellas y en mi puesto ahora en León también. Ahora con la agenda que tengo no puedo hacer el seguimiento que hacía, pero también trabajo con el área de Igualdad del Ayuntamiento de León y con la Subdelegación del Gobierno y organizamos seminarios de defensa personal.

—¿Para entrenamiento?

—Se tratan las dos partes, la psicológica y la física. Se les explica en qué consiste porque muchas de ellas no son conscientes de que están siendo víctimas de maltrato psicológico y luego se hace la parte física.

—¿Qué respuesta tiene?

—Muy buena, hace dos semanas fuimos a Trobajo del Camino a dar un taller al grupo de Pellitero y nos juntamos 28 chicas y al día siguiente éramos 83. Fue espectacular. Conseguir manejar un grupo tan numeroso, que las mujeres se abran y te cuenten sus experiencias fue increíble. Hablaban desde mujeres de más de 50 años que vienen sufriendo la violencia desde que se casaron, madres de chicas que lo están sufriendo y también jóvenes. Fue una mezcla de sentimientos terrible.

—¿Quién lo organizó?

—Nosotras, y encima pagamos casi 200 euros por un seguro de responsabilidad civil.

—¿Cómo sustenta?

—Buena pregunta. Pues con la cuenta de Casilda y la mía. No recibimos ayuda de nadie. Todo el mundo pide, pero nadie ayuda.

—¿Y para ir a competir?

—Todo el año ahorro para poder ir a competir a Thailandia, que me cuesta 2.000 euros. La única ayuda que tuve fue de cinco establecimientos, cuatro leoneses y uno ilicitano, que me dieron 100 euros. Para el campeonato de España, cero, y para todos los eventos que organizamos salvo una ayuda de 50 euros del gimnasio Victoria, el resto, cero.

—¿Qué le mueve a hacer todo lo que hace?

—Pasión. Me muevo por pasión. Soy muy pasional para lo bueno y para lo malo (a veces tengo arrancadas de carácter jodidas, aunque me dura 10 minutos). El hecho de organizar algo, que la gente responda y cuando terminas te da las gracias y llora es lo que te llena. Una señora me dio las gracias por haberla escuchado. Parece absurdo, pero como digo siempre, a las víctimas de violencia de género hay que escucharlas y nadie las escucha. Ese es el fallo primordial.

—¿Se implica personalmente?

—Muchas veces sí y eso me ha dado disgustos. De hecho me han matado a dos víctimas y lo he llevado muy mal. Te toca emocionalmente y psicológicamente.

—¿Se sintió responsable?

—En cierta medida sí, pero es que tienes una relación con ellas. Se crea un vínculo que siempre va un poco más allá de lo profesional.

—¿Cómo se ha visto rodando día a día su vida para un reality de televisión?

—Ha sido una locura. Tiene sus dos caras: la divertida, porque es algo innovador y no lo haces todos los días, pero el desgaste que conlleva nadie se lo imagina. Grababa 10-12-14 horas diarias y mi vida dependíade ellos hasta el punto de que me querían cancelar el saque de honor de la Cultural... Tuvimos que tirar de contrato y sacar los dientes a la productora porque se apoderan de tu vida.

—¿Cuál es su sueño?

—Mis sueños son imposibles. Me encantaría, en el futuro, tener un gimnasio o academia de artes marciales pero enfocada a gente con problemas, siguiendo el modelo de las academias de lucha americana. Para menores o gente que está en la calle con problemas para darles un motivo por el que sonreír o un motivo de superación. Una ilusión.

—¿Por qué cree que es imposible?

—Porque en España somos deportes minoritarios a los que no quiere ayudar nadie.

—¿Ha mirado otras formas?

—Estamos en ello.

—¿Qué logros considera importantes del feminismo?

—No me considero feminista y no me gusta que me encasillen en este movimiento. Lo cierto es que cada día hay muchas mujeres que están demostrando que valen: campeonas, medallistas que están abriendo caminos y obviamente si a nosotras, nuestras antecesoras no nos hubieran abierto el camino, sería imposible que estuviéramos aquí. Incluso nuestras madres: si ellas no hubieran hecho todo lo que han hecho por nosotras tampoco estaríamos aquí ahora. Gracias a todas esas mujeres que han luchado estamos donde estamos.

—Hizo todo lo que prohibieron, ¿Cómo lo vive su familia?

—Mi madre murió y no ha podido verme ser campeona mundial. Pero me imagino que estaría orgullosa, igual que mi padre y mi hermano aunque quieren que lo deje. Yo les digo que no y respetan mi decisión. Sé que me van a apoyar.

—¿Tiene compañeras que practiquen estas disciplinas?

—Sólo tengo una compañera de entrenamiento en Bricpol que es policía de Aviación pero ella no compite.

—¿Y hombres?

—Sí, algún compañero ha competido conmigo en Bricpol.

—¿Está pendiente del partido de la Cultural?

—Sí, estoy superpendiente. No puedo asistir por motivos laborales (ayer estaba de guardia en su puesto de Cistierna). Confío plenamente en que lo van a conseguir. Les mando mi fuerza y mi apoyo.