Diario de León

La falta de regulación causa el primer problema de cohabitación en Zarzuela

La ausencia del rey emérito en el 40 aniversario de las primeras elecciones destapa el conflicto.

El rey Felipe VI, durante el discurso del miércoles. SERGIO BARRENECHEA

El rey Felipe VI, durante el discurso del miércoles. SERGIO BARRENECHEA

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Gorriarán/Alonso | Madrid

Han sido tres años de cohabitación tranquila, Felipe VI se ha dedicado a reinar y don Juan Carlos, a lo suyo en segundo plano. Pero la ausencia del exjefe del Estado en el acto conmemorativo en el Congreso de las primeras elecciones destapó un conflicto larvado del que ya habían advertido algunos constitucionalistas y expertos monárquicos, convencidos de que la coexistencia de dos reyes sin una regulación legal y protocolaria podía ocasionar situaciones como la del miércoles.

Con la excepción de la Zarzuela, nadie estuvo conforme con la exclusión de don Juan Carlos de los fastos por las elecciones del 15 de junio de 1977. El Gobierno y el Congreso, con discreción, trasladaron que hubieran preferido contar con el exjefe del Estado; los partidos, con mayor o menor énfasis, consideraron que fue un desacierto; y los medios de comunicación mostraron una rara unanimidad en censurar la ausencia.

Algunas explicaciones

En la Casa del Rey se adujeron razones protocolarias en el sentido de que no podían coincidir en un acto institucional de esa relevancia Felipe VI y don Juan Carlos porque el representante de la Monarquía es uno, no dos. Se argumentó también que el propio rey emérito, calificativo que no gusta en absoluto al aludido ni al entorno real, dejó sentado nada más abdicar que su presencia no iba a restar protagonismo en ningún caso al rey.

Con esa munición argumental, la Zarzuela—-hay quien responsabiliza al propio Felipe VI, o a Jaime Alfonsín, jefe de la Casa del Rey, e incluso a la reina Letizia— comunicó a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, el protocolo que se iba a seguir sin don Juan Carlos. En la Cámara baja contaban con la presencia del exjefe del Estado, y hasta habían resuelto su ubicación en la tribuna de honor, la misma que ocuparon la reina Sofía y la infanta Elena en la proclamación de Felipe VI.

«España no es país para dos reyes», comentaba un experto en los asuntos de la Corona. En otros países que se ha dado esta misma contingencia, como Bélgica u Holanda, está tasada hasta el milímetro la forma de proceder con dos reyes o dos reinas. El saliente reduce su papel a la mínima expresión y el monarca en ejercicio acapara todas las funciones reales. Pero en España, Felipe VI no quiso relegar al ostracismo a su padre. Don Juan Carlos tiene su despacho fuera de la Zarzuela y agenda oficial, aunque cada día más menguada. Acude, aunque no sea todos los días, a su oficina de cien metros cuadrados en el Palacio Real, donde recibe y despacha con una agenda privada.

Su principal cometido son los viajes en representación de Felipe VI, sobre todo a países latinoamericanos. Todo un cambio de papeles porque esa tarea cuando él era el rey la desempeñaba el entonces príncipe de Asturias. Es posible que la procesión vaya por dentro, pero lo asume. «Me manda mi hijo», ha comentado entre risas en alguna ocasión.

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