LEONESAS DE AYER Y HOY. JUANA DE ARINTERO
La heroína leonesa que se coló en el Ejército
ana gaitero | león
¿Leyenda o personaje real? ¿Existió la Dama de Arintero o es producto de la inventiva popular? Quienes han novelado sobre esta mujer brava, como el médico y escritor Antonio Martínez Llamas, defienden su autenticidad, de modo que Juana García habría combatido, con el nombre de Diego Oliveros, a las órdenes de Fernando I en las luchas contra el rey Alfonso de Portugal que pretendía arrebatar la sucesión de la corona de Castilla a Isabel la Católica en favor de Juana la Beltraneja.
La historia arranca en 1474 en el pequeño pueblo de Arintero, en la comarca conocida como Los Argüellos, gobernado por el conde García y a donde llegaron las órdenes para formar las levas con al menos un varón por familia. El padre de Juana García se maldijo porque sólo había tenido descendientes femeninas y no podía cumplir con el deber de vasallaje, pues el hombre ya era demasiado mayor y el botín que había amasado en las batallas contra los moros había menguado hasta el punto de no alcanzarle para la dote de su séptima hija.
Cuenta la tradición que Juana confió a su padre el plan y que aunque el anciano se negó, ante la insistencia de su arrojada hija claudicó y él mismo supervisó el entrenamiento de la dama en las artes de la guerra. De este forma, aparece, en las postrimerías del siglo XV, la primera mujer soldado disfrazada de hombre.
Un manuscrito encontrado en la parte posterior de un cuadro de 1650, que obraba en poder de Mabel Muñoz y Rodrigo Gómez, de La Cándana, se presentó en 2006 como el aval de la existencia fehaciente de esta mujer. Se trata de un pergamino firmado por el secretario del Ayuntamiento de Lugueros, Ortega Muñoz, «certifica que Juana García acudió a la guerra y participó el 1 de marzo de 1476 en la batalla de Pelagonzález», escribió entonces la periodista Verónica Viñas en Diario de León.
La Dama de Arintero, realidad o leyenda, es un arquetipo de la rebelión de la mujer contra los roles establecidos en una época en la que se produjo un retroceso notable en la presencia de las mujeres en la esfera pública en general y en los oficios en particular.
Claro que el de soldado no será un trabajo reconocido para las mujeres hasta finales del siglo XX en España, aunque hubo mujeres que, contra viento y marea, combatieron como milicianas durante la II República. Fue en 1988 cuando se reguló en España el acceso de las mujeres a las fuerzas armadas, pudiendo acceder a 24 cuerpos y escalas de los tres ejércitos. Tres años más tarde se reconocía al personal femenino de tropa y marinería el acceso a todos los destinos excepto los de tipo táctico u operativo en unidades de la Legión, operaciones especiales, paracaidistas y cazadores paracaidistas. Tampoco podían entrar en las fuerzas de desembarco ni en las dotaciones de submarinos y buques menores que no tuvieran las condiciones adecuadas de alojamiento.
La integración plena de las mujeres en el Ejército español se produce con una serie de normas que se dictan entre 1999 y 2000, es decir, con la llegada del siglo XXI. La Dama de Arintero tiene su especial reconocimiento en el Museo del Ejército de Madrid. Allí comparte la sala de Heroínas junto a mujeres como Agustina de Aragón y la Monja Alférez.
Como reseñó Enrique Alonso Pérez en sus crónicas del Retablo Leonés para Diario de León, esta heroína cuenta con una abundante iconografía en escudos que se pueden contemplar en los pueblos de Boñar, Valdecastillo, La Cándana, Cerecedo de Boñar y el propio Arintero.
La dama que se hizo pasar por Diego de Oliveros burló la prohibición y participó en las batallas que devolvieron Zamora a Fernando e Isabel. Dicen que su disfraz fue descubierto en plena batalle, durante el asedio los portugueses a Toro, y que cayendo malherida quedó su pecho al descubierto.
También se cuenta que fue recogida y curadas las heridas en la misma tienda del rey Fernando quien no sólo perdonó lo que se consideraba una traición, sino que dio a la dama el privilegio que ella le rogó: que dejara a su pueblo libre del tributo de sangre para que no siguiera diezmando la población en un lugar donde la escasez de hombres ponía en peligro su existencia.
Y cuenta también la leyenda que la reina Isabel no perdonó el atrevimiento y que ordenó matar a la dama antes de que pudiera llegar a su pueblo con el manuscrito regio. Y aunque hay varias versiones sobre su supuesta muerte cuenta una de estas historias que Juana García fue sorprendida jugando a los bolos en La Cándana y allí fue ejecutada. Cuentan...